Julio 16, 2024
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Desprecio a los ciudadanos

Sara Sefchovich

Dice Alex Grijelmo que las palabras no significan lo mismo en todas las culturas. Negro es un insulto en Estados Unidos, pero en Argentina demuestra cariño. Gorda es una ofensa para los occidentales, pero en mandarín la palabra para llamar a un gordo es próspero, pues es señal de la abundancia tan deseada. Viejo es un ser que estorba y sobra en los países ricos, mientras que en las culturas tradicionales es alguien con experiencia y saberes que merece respeto.

Y sin embargo, hay palabras que en todas las culturas significan lo mismo. Burocracia es una de ellas. En India, en Brasil, en Turquía, en México, se refiere a personas malhumoradas, que están sentadas detrás de un escritorio o una ventanilla, ocupados en complicarles la vida a las personas, hacerlas perder su tiempo, impedirles realizar los trámites necesarios que exigen los gobiernos y las leyes.

Estos son algunos relatos de los lectores de esta columna para ejemplificar lo dicho: “Fui a recoger un libro a la oficina de correos. Es indescriptible. Descarapelada, sin personal, burocrática. La mujer que me atendió tardó mucho en entregarme el paquete mientras la cola llegaba a la calle”. Y concluye con razón: “Vivimos en el cuarto mundo con impuestos del primer mundo”.

Otro ejemplo: “Soy un ciudadano que quiere cumplir con sus obligaciones tributarias. La boleta para pagar el predial ya está distribuida y anuncia un descuento del 10 % si el pago es anual y si se hace en enero y de un 8 % si fuera en febrero. Pero si se acude a un banco, no admiten el descuento anunciado. Las oficinas de Tesorería están cerradas en su mayoría. La de Niños Héroes y Dr. Lavista, que está abierta, pareciera que su tarea principal no es servir sino agredir al usuario con malos tratos. Para preguntar si allí se acepta el pago, la fila (sin sana distancia) es de más de cien personas. Cuando por fin se llega al déspota señor que atiende (que no está en una oficina sino en un escalón de la explanada), “informa” que allí se acepta el pago pero sin descuento y que diariamente se reparten fichas para hacerlo. El reparto de fichas es de 30 por día y empiezan a repartirse a las 7 de la mañana”. Y agrega con razón: “Si esto ocurre con actividades que nutren de recursos económicos al aparato público, ya ni hablar de otras. Que la jefa de gobierno se dé una vuelta por los puestos de control de la pandemia donde la basura, la venta al menudeo de droga y la prostitución se dan en plena calle”.

De hecho, la señora Sheinbaum se ha dado la vuelta por donde están vacunando en las delegaciones, y ha visto a las personas de la tercera edad haciendo cola durante 4 o más horas. ¿Y? ¿lo cambió? Uno se pregunta para qué hicieron los registros y las llamadas de los “servidores de la nación”.

Nada de eso es nuevo. Lo venimos sufriendo desde siempre: para resolver que nos mandaron dos CURP, para levantar un acta por robo, para conseguir un permiso. Y como bien dice una lectora: “Organización y cortesía son conceptos totalmente desconocidos en el gobierno”.

Hoy la burocracia ha llegado al extremo de impedir a los deudos enterrar a sus fallecidos. No solo no hay suficientes formas, sino que quienes las llenan ponen tan poca atención que se equivocan en los nombres o en otros datos, complicando la vida de manera indecible a las personas.

¿Cuándo van a dejar de despreciar a quienes se supone que deberían servir?

Escritora e investigadora en la UNAM.

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www.sarasefchovich.com