IMPULSO/ Agencia SUN
Xalapa, Ver.
El escritor, traductor, diplomático, viajero, amigo, promotor del lenguaje y de la literatura universal, Sergio Pitol, murió este jueves a los 85 años de edad consecuencia de la enfermedad que durante el último año le impidió caminar, moverse y hablar.
El Instituto Veracruzano de la Cultura lamentó profundamente el sensible fallecimiento de Sergio Pitol, a quien calificó como un veracruzano de crianza y corazón, abogado de formación y escritor por vocación, nació en 1933.
“Dedicó su vida a la literatura como un voraz lector, un consumado bibliófilo y un magistral escritor. Narrador y ensayista, hombre lúcido y autor fecundo, viajero incansable, diplomático, aventurero, defensor de los animales”, describió.
Tras darse a conocer la noticia de la muerte del escritor, han comenzado a llegar personalidades de la cultura al hogar del premio Cervantes.
Los familiares han llegado poco a poco y se han negado a brindar información sobre la muerte del autor de 85 años de edad, cuya custodia peleó en tribunales y de manera pública su sobrina Laura Demeneghi.
Uno de los primeros en llegar fue el director de la Editorial de la Universidad Veracruzana, Edgar García Valencia, que intentó ingresar a la vivienda de la calle Pino Suárez, en el centro de la ciudad, pero le fue negado el acceso por parte de una de las familiares.
Apenas el pasado 18 de marzo, Sergio Pitol Deméneghi cumplió años, aunque su estado de salud era cada vez más frágil debido a la afasia progresiva que enfrentaba.
“Uno es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”, decía.
La casa de Pitol, esa que figuraba meterse en la litografía “Relatividad” de M.C: Escher, en la que surgen escaleras y pasillos por doquier, está cerrada para los amigos del escritor.
Aunque ahí siguen recuerdos de sus viajes por París, Varsovia, Budapest, Italia, Moscú, Praga, Roma, Pekín y Barcelona, los que son un fiel reflejo de su vida nómada.
Pitol, dicen sus allegados, se ha ido caminando por las mismas calles que le gustaba pisar en la ciudad que adoptó como suya y cuyos habitantes hoy lloran su partida.