IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad De México
Cruz Azul tuvo esbozos de lo que pretende ser. Un despertar quizá tardío, pero que da la esperanza de un futuro mejor. Ganarle a Morelia (2-0) alegró una tarde de nostalgia, por la despedida del estadio Azul.
Desde el amanecer del duelo ante Morelia, los cementeros (19 puntos) ejercieron una dictadura sobre el terreno de juego. Morelia agazapado y los locales volcados, al grado de poner tres balones en los postes. Ninguno entró en los primeros 10 minutos. De repente, los fantasmas celestes de ser mejores, dominar y, al final, caer se presentaron. Martín Cauteruccio, antes repudiado por su fanaticada, comenzó con la fiesta cementera al minuto 11.
Empujó un balón que le quedó listo para ser gol y el nerviosismo mutó en tranquilidad para los azules. La intensidad cementera fue contagiosa hacia la tribuna. Como una especie de premonición, los fieles al Cruz Azul se encendieron para mantener la fuerza en sus gritos, porque querían esa victoria en casa. Monarcas apretó y tuvo un par de opciones que no prosperaron.
Los michoacanos se dieron cuenta que su delantero suspendido, Raúl Ruidíaz les hizo mucha falta. La Máquina tuvo mucho ánimo para descartar cualquier síntoma de perder en los últimos momentos. En cambio, aumentó el marcador, a través de Ángel Mena. Fue una jugada en la que Cauteruccio recibió un pase filtrado y el uruguayo sólo vio la llegada del ecuatoriano. Le sirvió y Mena aprovechó que el arco estaba vacío para poner el 2-0 (39’).
El complemento resultó un mero trámite para los celestes. Se dedicaron a contener a sus rivales. Mientras el tiempo pasaba, los “trapos” se agitaron en señal de éxtasis por la victoria final. Para llegar a la fase final, Cruz Azul espera un milagro: que al menos cuatro de entre Pachuca, Necaxa Tijuana, Pumas y Puebla no lleguen a 23 puntos.