IMPULSO/Octavio Rodríguez Araujo
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Uno esperaría de un estadista juicios bien meditados sobre la situación del país. Si el destino de las políticas públicas y el gobierno estarán en sus manos, en un país presidencialista y ahora con mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, una declaración que se contradiga con otra previa genera, por lo menos, confusiones y quizá también incertidumbres. Primero, el 4 de septiembre, “no hay crisis política, no tenemos una crisis financiera; no está sucediendo lo que desgraciadamente está sucediendo en Argentina”, y luego (16 de septiembre): México está en bancarrota desde hace 30 años. ¿A cuál declaración le creemos? ¿O es que acaso el presidente electo ya vio que no va a ser fácil hacer todo lo que ofreció en campaña y está tratando de matizar sus declaraciones?
Pero, además, llamarle “circo” mediático a las investigaciones de ciertos medios de comunicación sobre actuaciones presuntamente ilícitas de funcionarios públicos, es querer ignorar que precisamente esas investigaciones y denuncias públicas son las que han descubierto lo que las autoridades (in)competentes han querido ocultar por muchos años. ¿No fue el mismo López Obrador quien le dio a la revista Proceso (septiembre de 1999) un adelanto de su texto-denuncia Fobaproa, expediente abierto publicado por Grijalbo? Todo autor sabe que los medios son indispensables para darle publicidad a un libro, y más si se trata de una acusación de interés público.
¿Qué sabríamos de la Casa blanca de la “primera dama”, de las corruptelas de Odebrecht, y de tantos otros casos similares sin el papel de denuncia y divulgación de los medios de comunicación? ¿Los desvíos de dinero de Sedesol y de Sedatu, con Rosario Robles al frente en momentos sucesivos, son un invento de la Auditoría Superior de la Federación y de los medios que les han dado seguimiento incorporando nuevos hallazgos? Porque si la funcionaria es un chivo expiatorio ¿esto significaría que arriba de ella está el verdadero culpable? Arriba de ella sólo está el presidente Peña Nieto, nadie más. ¿Llamar a Robles chivo expiatorio fue una sutileza para señalar al presidente saliente sin mencionarlo? No de gratis algunos senadores morenistas han insistido, hasta el momento de escribir estas líneas, que se hará la investigación que corresponda y a fondo. Por algo se le ha llamado “La estafa maestra”, pues no sólo han estado involucradas varias instituciones, incluso universidades públicas estatales, sino cuentas de procedencia sospechosa en diversos bancos de países donde el lavado de dinero es común, además de empresas fantasma cuyos domicilios no tienen relación con los supuestos destinatarios de dichos desvíos, o no existen.
El Señor Presidente Electo (así con mayúsculas) ya no está en campaña ni buscando votos entre la población. Lo que diga ahora es, para quienes lo escuchamos y lo tomamos en serio, una señal de lo que hará como Presidente constitucional, como estadista. Fue electo, en el marco de la democracia representativa que todavía vivimos en México, para que tome decisiones y no para que busque previamente el sentir popular vía consultas o encuestas, como se ha dicho que ocurrirá en relación con el nuevo aeropuerto. Si entre especialistas no se entienden ni se ponen de acuerdo, como vimos claramente en la reciente entrevista colectiva con Regina Reyes Heroles (Milenio, 17/09/18), ¿qué se espera que propongamos los que no somos especialistas en el tema aeroportuario y a cuál de las informaciones que recibamos le creeremos? ¿Y por qué no se propone también una consulta o una encuesta sobre el llamado Tren Maya y la refinería proyectada para construirse en Tabasco o, no menos importante, sobre la denominada descentralización geográfica de buena parte de las dependencias de la administración pública federal? Ninguna de estas propuestas será de bajo costo, y menos en un país “en bancarrota”.
Sí, sabemos que es de sabios cambiar de opinión, y también sabemos que un presidente no es sabelotodo. Para eso tiene asesores, colaboradores especialistas en por lo menos una materia o un ramo de la administración pública. Quizá es mejor para él y para los que queremos confiar en él, que deje hablar a cada quien según le corresponda por el tema de que se trate y según su especialidad. Unidad de mando, que es el papel de un presidente (la Presidencia es unipersonal), no quiere decir centralizar en su persona todo lo que compete a su gabinete y demás colaboradores. No vaya a ocurrir —permítaseme la exagerada comparación— lo que pasó en Cuba en marzo de 2005 cuando Fidel Castro dedicó dos horas de televisión para explicar el uso de las ollas arroceras eléctricas importadas de China.