IMPULSO/ Agencia SUN
México
Este fenómeno genera partículas muy energéticas que penetran el campo magnético de la Tierra y afectan los componentes electrónicos de los satélites que orbitan el planeta
El Sol, como todas las estrellas, tiene ciclos de actividad. El de nuestro astro dura aproximadamente 11 años, llega un momento en que sus tormentas se hacen muy frecuentes e intensas y, de un momento a otro, su actividad se reduce hasta casi desaparecer, para luego reiniciar de forma paulatina.
“Las tormentas solares se manifiestan en enormes explosiones. De repente salen burbujas del Sol, nubes de gas que se empiezan a propagar y algunas pasan cerca de la órbita de la Tierra. Nuestro planeta tiene un campo magnético que funciona como coraza; es un escudo que, en general, evita que el viento solar llegue a la atmósfera.
“Pero estas enormes nubes a veces son capaces de romper esa coraza por unas horas. Entonces las partículas se meten y producen auroras boreales, pero también interrupciones en telecomunicaciones, en lo que se llama tormenta geomagnética”, explicó
Américo González Esparza, investigador de la Unidad Morelia del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.
Una tormenta solar ocurre si hay una explosión en la atmósfera de la estrella y salen las nubes de material hacia el espacio; mientras que una geomagnética se presenta en el momento que esas nubes chocan con el campo magnético terrestre y rompen la coraza por algunas horas. Si ocurre una de estas últimas, el campo magnético de nuestro mundo tiene variaciones que, por varios procesos físicos, causan interrupciones en las telecomunicaciones, abundó.
Una tormenta solar genera partículas muy energéticas que penetran el campo magnético de la Tierra y afectan los componentes electrónicos de los satélites que orbitan el planeta.
Actualmente, muchos de los satélites son indispensables para dotar a la población de telefonía, Internet, sistemas de posicionamiento global (GPS) y rutas aéreas o marítimas, así que las afectaciones a sus transmisiones pueden ocasionar peligros a la población y daños económicos considerables.
Aunque el fenómeno no se puede evitar, es posible predecir su llegada a la Tierra y atenuar sus posibles daños, explicó González Esparza, quien estudia el clima espacial con el Radiotelescopio de Centelleo Interplanetario, también conocido como MEXART, por las siglas en inglés de Mexican Array Radio Telescope.