El
presidente dice que no son lo mismo que los de antes. Por lo visto, no; sólo
parecen ser su espejo
Manuel Gil Antón
El 3 de octubre de 2021, la Secretaría de Educación Pública cumplirá un siglo
de haber sido fundada. El tercer día de octubre de 1921, en el Diario Oficial
de la Federación, se publicó el decreto de creación de la institución que ha
coordinado, de maneras variadas, contradictorias incluso, pero siempre
importantes, los empeños educativos del país. Seguro se harán muchas
celebraciones, seminarios, estudios y libros. ¿Será baladí preguntarnos si se
seguirá llamando así, o no llegará con el mismo nombre al centenario?
Se anunció que la sede de la SEP cambiaría a la ciudad de Puebla. Lo que no se
esperaba es que, en cierta medida, más simbólica que real por ahora, se
estuviese dando una mudanza en el nombre y la lógica de este despacho del Poder
Ejecutivo. Decir SEP no requiere, entre nosotros, detallar lo que significan
sus siglas, pero si se convierte en la SEA es necesario aclarar a qué se
refiere: se trata de la Secretaría de Educación Azteca.
Su actual titular, el señor Moctezuma Barragán, fue durante 15 años director de
la Fundación Azteca – auspiciada (es un decir) por el empresario Ricardo
Salinas Pliego, dueño entre otros negocios de una de las dos televisoras más
importantes de México: TV Azteca. Carmen García Bermejo, periodista de Quinto
Elemento Lab, dio a conocer hace meses una investigación en la que demostraba
que la aparente filantropía del dueño también de Banco Azteca, era más falsa
que un billete de 3 pesos: en efecto, de cada uno que “entregaba” la
Fundación, 85 centavos provenían de transferencias de dinero público. Entre
2009 y 2018, se destinaron a este simulacro, reveló García Bermejo, 1 mil 689
millones de pesos.
Se llamaron Orquestas Esperanza Azteca, y tanto Salinas Pliego, como Moctezuma,
no cesaban de presumir sus maravillas y la impecable administración de los
ensambles y coros por parte del actual secretario de la SEP. Llegaron a ser 83.
Como el actual presidente no autorizó que se asignara dinero público a las
fundaciones privadas, en agosto de 2019 el filántropo donó su proyecto estelar
y su antiguo empleado, Esteban Moctezuma, lo recibió en la estructura de la
SEP, de tal manera que las agrupaciones musicales pasaron de llamarse Orquestas
Esperanza Azteca, a Orquestas de la Nueva Escuela Mexicana, ONEM. No solo
fueron transferidas las orquestas, sino contratados sus directivos en la
Dirección de Educación Musical y Orquestas Escolares, creada para ello.
Desde la reforma al artículo 3º. Constitucional, en 2019, llamó la atención que
se asentara en él que entre las asignaturas que habría en la educación pública,
estaban las artes, especialmente la música. ¿Por qué la música y no la danza o
el teatro? Misterio.
Si ya de por sí la filantropía del sector privado –como tantas otras cosas– era
financiada por los gobiernos, en esta ocasión, y como consecuencia que el
magnate tendría que poner peso sobre peso para su proyecto, en lugar de los
otrora 15 centavos, la solución fue genial: absorbe ya sin recato la
administración pública todo el proyecto y lo amplía.
¿No estamos frente a un clarísimo conflicto de intereses? ¿De nuevo el equipo
educativo del actual gobierno federal muestra lo poco que ayuda –más bien
atasca– a los cambios que se prometen? En la reforma de Peña, una fundación,
Televisa, que sostenía a la organización Mexicanos Primero también con ayuda de
no pocos recursos fiscales, coordinó, junto con otros grupos de la élite, la
denostación del magisterio como causante de todos los problemas educativos.
¿Más de lo mismo? ¿Gobierno de cuates, pero otros cuates? ¿Es ese el cambio?
El presidente dice que no son lo mismo que los de antes. Por lo visto, no: nada
más parecen ser su espejo. Menudo entuerto.
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