IMPULSO/Said Yescas
Artículo
El México controversial, un país que siempre tiene de que hablar. Polémicas políticas, económicas, sociales, culturales y por si fuese poco, educativas.
Se puede caminar por cualquier ciudad, pueblo o barrio, se puede apreciar lo bueno y lo malo de cada rincón; el mexicano rico en historia, en experiencia de un sitio resiliente. El mexicano, un ser que corre a contrarreloj buscando “la papa”, soñando en estar en la cima de lo banal disfrazado de trascendencia. Estamos demasiado ocupados sobreviviendo, no miramos a los alrededores para analizar el contexto en el cual estamos inmersos, enterrados y dominados.
Si bien, la vida es un sistema complejo de enseñanzas con base en los tropiezos, como una ideología oriental: Primero hay que errar; después aprender y por consiguiente, actuar. Se deja lo realmente importante por lo que no lo es, dentro de esto, está la educación.
Siempre se aprende; hoy más que antes, ahora la globalización y procesos tecnológicos nos ayudan a informarnos de absolutamente todo a lo que “debemos tener acceso”, incluso puedes cursar una carrera de nivel superior vía internet y con validez. Suena fácil, suena a que la educación está en las manos de todo mexicano; pero ¿De verdad hemos visto la cara de la educación?
Raquel Glazman, habla sobre la educación como un transmisor analítico de conocimiento, valores, actitudes, habilidades y destrezas. Un medio para alcanzar una intelectualidad y capacidad para producir. Tristemente un método de control impuesto por el sistema socio-político.
Pero la educación también abre la puerta a romper paradigmas, a cuestionar esta acción imperante. No sólo hace de un individuo su propia competencia, su propio “busca talentos”, sino que, hace que el estudiante se vuelva crítico a su mundo.
Entonces ¿Por qué la educación se ha vuelto un negocio para las cabecillas institucionales y un lujo para todo aquel que desea estudiar?
El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), en su reporte anual, menciona en introducción y por obligación constitucional la función del Estado para garantizar una educación de calidad; lo que implica el ingreso, permanencia, ascenso y adquisición de lo que precisamente menciona Glazman. Para poder llevar a cabo esto, se debe asegurar, por el Estado, que los servicios educativos cumplan con las condiciones materiales, humanas y actualización de programas; mismas condiciones que deben estar presentes en cada una de las instituciones del país sin importar la condición socio-económica, cultural y étnica.
“Una de las atribuciones del INEE es evaluar en qué medida se está garantizando el derecho de todos los niños y jóvenes de México a recibir una educación de calidad, lo que implica tener la mirada en uno de los problemas que más laceran al país: la inequidad” (INEE, 2018)
Aquí es donde se pone bueno… Se vuelve a ver a México bajo el manto de la utopía.
Hay que ser realistas ¿Hay educación de calidad? La hay, implícitamente, escondida dentro de ciertas instituciones, donde algunos profesores y alumnos hacen lo que deben de hacer.
Para el ingreso hay que cumplir con documentos que aseguren tu nacionalidad, tu avance concluso de cierto nivel, exámenes médicos; que es correcto, pero también hay un proceso burocrático llamado “inscripción y colegiaturas”.
Según la Ley General de Educación, en el segundo artículo estipula que la educación es gratuita y equitativa para cada uno de los mexicanos. Así como el acceso, tránsito y permanencia; eso sí, se debe satisfacer lo requisitos que establezcan las disposiciones generales aplicables. ¿A ustedes también les llega el olor a dinero?
El tercer artículo argumenta sobre la educación de calidad; el cuarto habla sobre que “todos deben cursar desde el nivel básico al medio superior”; y el quinto, que la educación es laica. El sexto, hace énfasis en que la educación es gratuita.
La educación no es gratis, no entras si no pagas, así de fácil. La educación no es de calidad cuando el proceso de aprendizaje tiene cuerdas flojas, no atendidas ni dadas a seguimiento para generar una mejor condición al educando; por eso mismo se vuelve inequitativa. La educación no es para todos, si fuese así, los niños de Chiapas vistos pidiendo comida o dinero en el camión estarían en un aula. Existen problemas familiares que entorpecen la permanencia, mismos problemas que los niños y adolescentes están inmersos, más no conscientes.
Hay que tener cuidado con esto: Tenemos buenas leyes, como las ya mencionadas, pero tenemos pésima ejecución de ellas, afectando a toda clase socioeconómica.
Ahora bien, estos primeros artículos y palabras van dedicados hasta el nivel que “a fuerza se debe estudiar”, niveles tristemente fracturados. Pero, la esperanza recae a las generaciones que están por entrar al nivel superior, a los que ya están dentro de él, a los egresados y los que tienenla grandiosa oportunidad de ejercer. Este nivel ya no es “obligatorio”, tú decides si lo tomas o lo dejas, si te meces en la mediocridad, inmadurez o falta de compromiso; pero eso sí, este nivel está igual de roto.
Se pone aún mejor… La educación superior se ha vuelto un lujo, el conocimiento se limita y la escuela como institución se vuelve problemática.
Tantas instituciones, públicas y privadas; todas siguen un objetivo en común: Educar.
¿Para qué educar? Vámonos a 1999 cuando Alonso Concheiro argumentaba que el educar es crear cultura y transmitirla, además de ofrecer las posibilidades para que los estudiantes reproduzcan la cultura a la que pertenecen.
Estamos a 19 años de distancia de ese bonito argumento. Estamos en un mundo, donde a los colegas comunicadores sociales, colegas cineastasy estudiantes en general, son silenciados de tajo por la violencia; los indígenas son olvidados y las instituciones lucran sin ningún límite.
Este ha sido mí país, tú país, el país en la que “no hay de otra”. Hundidos en lo que nosotros mismos hemos creado: Una cultura podrida.
No generalizo, existe la excepción. Una sociedad de personas aún enamoradas de lo que hacen, inconformes con lo que les rodea, dando batalla; mucho de ellos estudiando un nivel superior. Esta vez, sí conscientes de sus problemas, pero conscientes de sus talentos y conocimientos; personas que darán esta etapa de su vida para generar un cambio.
Basta con mirar a los lados: Está quien no entró a la universidad, quien no permaneció, quien reprobó y a quien no le gustó. La realidad se vuelve más turbia, ya sea privada o sea pública siempre rompen con el objetivo principal y siguen la senda del capitalismo. Se basan en hacer más técnico y menos pensante lo que debería estar equilibrado. Rompen con la enseñanza para respaldarse en el dinero, eso es una enfermedad mortal que poco a poco nos consume. Nos implantan como chip la ideología de que estudiar es trabajar para producir económicamente, si no produces entonces fracasaste. ¿Qué pasa con la producción intelectual y cultural de la que habló Cocheiro?
La educación se ha vuelto un maldito negocio en el momento que permitimos la negación del acceso a la institución por falta de pago o la negación a un examen. Permitimos altos costos e infraestructura decadente, permitimos reestructuraciones del plan de estudios que limitan la creatividad, el raciocinio; que someten a reformas mal estructuradas. Pero no pasa nada “No hay de otra, esto es así”.
Es lógico que la Escuela deba pedir una cuota para mantenerse de pie, pero de eso a que te excluyan y te limiten, hay una brecha bastante grande.
Hoy desde hace años, vivimos una violencia simbólica que llevan a cabo los dominantes sobre los ignorantes, donde aceptamos esta basura como correcta y la dejamos de lado para perseguir otros sueños que por supuesto vendrán, no sin antes detenernos en el presente y repararlo.
Estudiantes de todos los niveles vivimos discriminación social, étnica, religiosa y la más fuerte, económica; encadenados como esclavos ideológicos para seguir sin decir más nada. Sumergidos a lo que cierta esfera que nos ha infravalorado quiere: No ver más allá y no dar más allá.
Siempre es más fácil hablar de lo malo, ahora toca escribir lo bueno. Nos toca a nosotros, los que estudiamos pese a estas limitaciones, a los que van a la mitad, a los casi egresados y los que están luchando con la vida fuera de la escuela. Aquí es donde se debe generar un cambio que no sólo beneficiará la parte educativa, también generará un impacto positivo a la calidad de vida con la cual soñamos.