Julio 16, 2024
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De adicto a adicto


IMPULSO/ Ernesto Salayandia García

Cadenas de esquemas destructivos

La desinformación es parte del gran problema

Esta enfermedad, la mía, la saliva del Diablo, no es solo alcohol y drogas, es una enfermedad perversa del alma, compleja, cruel, contagiosa, burlona, sutil, devastadora, es una enfermedad genética, hereditaria, progresiva, incurable, mortal, es física, emocional, ligada a la personalidad y sin duda tiene que ver con la ruina espiritual del enfermo y de su familia, la que, en muchos casos, está más enferma que el mismo adicto.

 

El sábado pasado tuve la oportunidad de dar mi mensaje de información, reflexión, orientación y concientización respecto a mi enfermedad y a todas sus características, el público, como siempre, se mostró sumamente interesado en este tipo de temas, veo los rostros de impacto cuando narro los amargos estragos que dejó en mi compulsión por el alcohol y las drogas, siento los puentes de comprensión con la miradas de asombro.

Sé que transmiten dolor, frustración, impotencia y mucha desinformación y me queda muy claro que no hay peor ciego que el que no quiere ver, hay una expresión genuina de preocupación, ya sea de prevención, de hacer algo para que sus hijos no caigan en las garras de la saliva del Diablo.

Hay en otros la angustia, la búsqueda de soluciones para rescatar a un ser querido de este infierno y están ahí porque desean orientación e información y eso habla bien de ellos, habla del primer paso que es aceptar la realidad y en la medida de que se conoce el problema, te acercas a las soluciones, así de sencillo, pero la ignorancia, la negación, son parte de las características de un alcohólico drogadicto, más en la familia.

Cadena neurótica

Muchos padres dañamos severamente a nuestros hijos debido a que delante de ellos nos agredimos, violentamos el diálogo, gritamos, ofendemos, humillamos, intimidamos, retamos, insultamos, denigramos, devaluamos a nuestra pareja en un instante, nos hacemos trizas mutuamente y no nos importa en lo más mínimo que nuestros hijos estén escuchándonos y viéndonos, no nos importan sus ojitos tristes, sus miradas de asombro, ni el susto que les provocamos, no nos importa la pésima escuela que les demos, el mal ejemplo.

Hacemos de nuestro hogar un hogar disfuncional, donde el respeto brilla por su ausencia, donde el insulto es el estandarte y la guerra de vanidades nunca cede y si somos capaces de gritarnos entre la pareja, nos importa un comino cómo educamos a las criaturas gritándoles, humillándolos, poniéndoles calificativos y descalificativos, haciéndoleos sentir cucarachas o peor que eso.

No nos importa abrir y hacer heridas del alma como la injusticia, la humillación, la traición, no nos importa acomplejarlos, lo peor es que una pareja neurótica hace a sus hijos neuróticos, ingobernables, rebeldes, intocables e irresponsables, aprenden a que a base de gritos es como deben de comunicarse y esta cadena neurótica, ellos habrán de superarla y de repetirla una y otra vez en sus vidas, la neurosis es uno de los ingredientes básicos de mi enfermedad, un neurótico fracasa en sus relaciones personales, fracasa en su comunicación interior y con las demás personas. Primero fui neurótico, luego alcohólico…. drogadicto, maniaco depresivo, celoso.

Ausencia de valores

Lo que bien se aprende jamás se olvida; en casa, los niños aprenden a faltarse al respeto, escuchan las mentiras que se dicen sus padres, son testigos de los interrogatorios tipo policía judicial federal, de cómo se intimida a la pareja y se le califica como mentiroso, mentirosa.

Aprende a no cerrar círculos, la cochera puede ser el reflejo de un hogar de gitanos, el desorden total y ese cuchitril jamás tiene arreglo, al contrario, cada vez más el desorden aflora, aprenden a no dar las gracias ni a valorar por los alimentos que reciben, se sienten merecedores con las rutinas mal encausadas, son daños a nuestros hijos porque no los educamos.

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