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Da Vinci, un ecologista en el siglo XV

IMPULSO/Edición WEP
Ciudad de México

El pintor de madonnas, maravillas y medias sonrisas, urbanista, arquitecto, astrofísico, escultor, filósofo, anatomista, geómetra, utopista aéreo, escritor caótico que tomaba notas de derecha a izquierda fue también un obsesivo navegante del agua en todas sus expresiones, una obsesión que ahora renace en forma de libro, El libro del agua (Abada Editores), gracias a la perseverancia de Juan Barja y Patxi Lanceros.

Sólo existen dos precedentes de la obra que ahora llega a las librerías, el primero de ellos se remonta a 1643 y es obra de Luigi Maria Arconati, quien trató en Del moto e misura dell’acqua de unificar los escritos de Leonardo sobre la cuestión.

Puede decirse que aquel libro nació como consecuencia del éxito editorial del célebre Trattato della pittura que compendia todo el saber artístico del genio.

La otra referencia es un poco más reciente, de 2012 exactamente, y se titula Das Wasserbuch (El libro del agua), publicado por la editora alemana Schirmer und Mosel.

En multitud de manuscritos de Da Vinci pueden encontrarse referencias al agua en todas sus variantes, pero dos son las obras que los expertos consideran como gérmenes del libro que siempre quiso escribir y nunca materializó: el Códice Leicester de 1508, hoy propiedad de Bill Gates, y el Códice F de 1504, que se conserva en el Instituto de Francia.

“Sabemos que siempre existió en Leonardo la intención clara de hacer ese libro. Nosotros no hemos querido cerrarlo, sino dejarlo abierto, que se le vean las tripas, reuniendo los textos que él escribió sobre el tema del agua y que están dispersos en diversos códices”, explica Fernando Guerrero, responsable de la editorial Abada.

Patxi Lanceros y Juan Barja invirtieron cerca de dos años de trabajo en este ambicioso proyecto editorial, gran parte de ese tiempo estudiando y traduciendo los códices de Da Vinci, desperdigados por todo el mundo, desde el castillo de Windsor hasta la Biblioteca Nacional de España, pasando por la Biblioteca Vaticana, la colección Gates, el Instituto de Francia y el Museo Británico, entre otras instituciones.

“Éste es un libro que no ha existido nunca, aunque el propio Leonardo Da Vinci hablaba de ‘il mio libro del acqua’; lo que hemos hecho ha sido construirlo. Da Vinci se pasó toda su vida tomando notas de derecha a izquierda y de forma muy desordenada, un papel por aquí, otro por allá y esos fragmentos están repartidos por todo el mundo”, explica Juan Barja.

“Y tiene una cierta idea ecológica del fin del mundo, su carácter premonitorio es asombroso”. Leonardo se hace eco aquí de una vieja tesis medieval: la del hombre como microcosmos y el mundo como macrocosmos. “Pero él le da la vuelta al concepto y sostiene que el flujo del agua son las venas del mundo y que el mundo, en contra de lo que dice Aristóteles, no será eterno, sino que terminará y que lo hará por el agotamiento del agua”, expresó

En ese sentido resulta especialmente premonitorio uno de los textos, recogido en el Códice Arundel del Museo Británico (1504-1516), que los responsables de esta edición han utilizado a modo de epílogo bajo el título “Final: en seco”, en él, escribe un Leonardo da Vinci disfrazado de activista ecologista ‘avant la lettre’: “Y los ríos perderán sus aguas y la fructuosa tierra no podrá impulsar desde sí ningún renuevo y no crecerá sobre los campos la inclinada belleza de la espiga y así morirán los animales, no pudiendo nutrirse con el fresco herbazal de los prados […] y los hombres, tras múltiples intentos, de igual manera perderán la vida, falleciendo por fin la especie humana”.

Pero no sólo de ecologismo retroactivo hay chispazos en las 260 páginas del libro, Juan Barja sostiene que los escritos de Da Vinci sobre el agua sirven como clave interpretativa de la teoría del tiempo, la teoría de la memoria, la de la conciencia, la del cambio y la de los movimientos de masas. “Desde luego, yo creo que él tenía muy clara la potencia de la metáfora”, admite Patxi Lanceros, profesor de Filosofía Política y de Teoría de la Cultura en la Universidad de Deusto y coeditor del libro. Fuente: Agencia SUN