Noviembre 5, 2024
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Cumbre Trump-Kim Jong-un: ¿fracaso total?

IMPULSO/ Mauricio Meschoulam

Analista política

Trump necesitaba una victoria política que no llegó. La mayor parte de los titulares hablan de la cumbre bilateral entre EU y Corea del Norte en Hanói como un fracaso. Hace unos meses, tras la cumbre de Singapur, pasaba algo similar pero al revés, una especie de éxito absoluto. Y es verdad que las expectativas que había ante la reunión de Hanói no se cumplen. Pero eso no significa que haber transitado de una espiral conflictiva entre Washington y Pyongyang, a un proceso de diálogo y conversaciones, sea un logro menor. Por consiguiente, hoy más que nunca, es indispensable efectuar un balance frío.

Quizás hay que empezar por comprender qué es lo que lleva a Kim en 2018 a mostrar signos de distensión y a sentarse a negociar. Si nos apegamos al planteamiento que hace Trump, el solo hecho de haber sometido al joven líder, gracias a su “presión máxima”, era ya en sí una gran victoria que muestra la eficacia de sus tácticas negociadoras. Gracias a él, la amenaza nuclear norcoreana había “desaparecido”. No obstante, una visión alternativa plantea que más que un joven derrotado por las estrategias y las amenazas de Trump, el actual proceso de diálogo exhibe a un líder que siente que, gracias a sus avanzadas capacidades nucleares, puede desplegar posturas de negociación mucho más firmes que en el pasado.

Esto no es un tema menor puesto que cuando en 2018, la Casa Blanca inicia el diálogo, su demanda era la de una desnuclearización “completa, irreversible y verificable” de Corea del Norte antes de pensar en eliminar las sanciones. Hoy en cambio, Trump parecería más satisfecho con un progreso más paulatino. Lo que aparentemente ocurrió es que Kim quiso cobrar más caro el desmantelamiento de la central nuclear de Yongbyon de lo que Trump estaba dispuesto a pagar, y, por tanto, no hubo acuerdo en cuanto al monto de sanciones que era aceptable levantar.

Más allá de la cumbre de Hanói, sin embargo, es indispensable considerar que en este año se ha conseguido construir un importante nivel de confianza entre las dos Coreas. Esto se ha traducido no solo en diversos acuerdos entre Seúl y Pyongyang, sino en el hecho de que el presidente surcoreano Moon ha jugado un rol de mediación entre Trump y Kim, destrabando las pláticas en momentos en los que parecen estancarse. De su lado, China ve con preocupación el progreso nuclear norcoreano, no solo por los riesgos que implica tener un estado nuclear en sus fronteras, sino porque ese factor tiende a atraer la presencia militar estadounidense hacia su zona geográfica de seguridad. Más aún, a diferencia de 2018, Beijing y Washington han finalmente entrado en una dinámica positiva encaminada a resolver sus propias disputas. Esto permite pensar que tanto Seúl como Beijing intentarán impedir que el estancamiento de las negociaciones exhibido en Hanói active de nuevo la espiral de ensayos, retórica y amenazas que vimos en el 2017, y luego, por conseguir desatorar el proceso.

Entonces, lo que en realidad hace falta es pensar en un largo calendario de negociaciones que deberá incluir, de manera pausada, todos y cada uno de los elementos a atender para alcanzar la desnuclearización comprehensiva. Leer esto como lo que es, un largo y complejo proceso, no siempre empata con las agendas políticas de personajes como Trump, pues los resultados nunca son inmediatos. Pero para quienes están interesados en construir condiciones distintas a las que actualmente prevalecen en la península, el esfuerzo no es imposible, aunque es enormemente complicado y de muy largo aliento.