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Cuentos para Presidentes

México nazi
IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán

Vivo en un país donde las calles están llenas de armas, los soldados patrullan con tanques y escuadrones, lkas avenidas están desiertas después del toque de queda.

Es un estado de excepción para combatir al crimen organizado. Una batalla que comenzó con la excusa de que la policía estaba corrupta y no podría detener a los delincuentes, por eso, en el 2006 le pedimos apoyo al ejército para terminar más rápido con este cáncer. Mala decisión. No terminaron con el problema ni tampoco han regresado a sus cuarteles.

Vivo en un país donde el presidente, una sola persona, puede ordenar “acciones inmediatas” sin ninguna limitante legal o institucional, sin pedir la autorización del congreso o de nadie más… un regreso al Porfiriato: “Mátalos en caliente”.

Vivo en un país donde poco a poco hemos perdemos libertad. La libertad de salir a las calles y expresar nuestro descontento o nuestro apoyo ahora está regulada por una ley de seguridad interior, que dice cuando una manifestación es pacífica, otra violenta y otra… política.

Es un país donde cada vez hay menos libertad de expresión, porque cualquier político, o servidor público puede sentirse herido o violentado por alguna nota periodística, comentario editorial que sea publicado en cualquier medio de comunicación y podrá mandar a la cárcel al periodista o ciudadano que se atreva a publicar esa opinión. Es el principio de la Gestapo o la Stasi donde todos los ciudadanos eran informantes del estado, donde la única libertad que quedaba era la del pensamiento.

Los ciudadanos atestiguamos que nos arrebataran la privacidad, los datos personales, las expresiones propias de nuestro pensamiento que secuestraron al controlar las redes sociales, el acceso a internet, la telefonía celular intervenida por Pegaso y tantos otros aparatos. Vimos perder nuestro espacio personal.

Caminamos en un país donde los soldados estarán facultados para detener a cualquier persona – como si fueran policías – y presentarlos ante un juez por la presunta comisión de un delito, sin testigos, sin abogados; solo por el mero hecho de mirar mal a un capitán pasarás el resto de tus días en la cárcel.

Vemos un país que asesina periodistas y que con la ley mordaza encarcela a muchos como si fueran parias en campos de concentración, solo por pensar diferente, por disentir, por preguntar, por buscar la verdad y la transparencia.
Vivo en un país donde la oposición partidista se extinguió. Creció la cobardía y el contubernio, los intereses personales y privados por encima de la nación y ellos sabotearon la incipiente democracia mexicana y le abrieron la puerta al estado totalitario y dictatorial que juraron terminar.

Los ciudadanos también dejamos que pasara. Permitimos que aprobaran la ley de seguridad interior sin consecuencias; permitimos la aprobación de una ley mordaza contra la libertad de expresión, y todo ello para crear las condiciones ideales que permitan ganar las elecciones presidenciales y evitar el surgimiento de grupos como el YoSoy132.

Dejamos entrar al autoritarismo. Permitimos que creciera la semilla del estado omnipotente, militarizado, dictatorial que tanto criticó el PRI y que dio paso a la revolución Mexicana. La falta de una ciudadanía y una cultura política madura que alentara organizaciones de la sociedad civil que incomoden al poder y reconstruyan un estado de derecho.

En diciembre del 2017 fuimos testigos de la destrucción del estado de libertades para pasar al estado autoritario, dictatorial y militarizado que asegure el mantenimiento del poder. El PRI termino con las libertades para ganar las elecciones.
“¿De qué país estamos hablando?” preguntó Adolfo Hitler, “porque suena muy interesante todo lo que están haciendo”.

De México, respondí tímidamente, entre avergonzado y orgulloso. Él solamente se limitó a sonreír.

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