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Cuentos para Presidentes

Día de México

Rodrigo Sandoval Almazán

Así le llama Juanito, de seis años, a la celebración de Independencia que ocurre cada septiembre. Para él, el evento consiste en poner la bandera en lo más alto de su casa, escuchar el himno nacional – que por cierto no se sabe de memoria – y comer pambazos, tacos, enchiladas y gorditas. Ha visto un par de veces el llamado “grito” que es de un señor, al que llaman presidente, sale al balcón de su casa y grita “Viva la independencia” pero nada más. No sabe bien de que se trata, le ha preguntado a sus padres, que lo miran con indiferencia, están más preocupados por el festejo, el tequila y la noche mexicana, que por su hijo que conozca el verdadero significado de esta fecha para su país. Así que Juanito se contenta con escuchar lo que dice su maestra y compañeros acerca de la fecha, le emociona saber que hay un día que se llama así, de seguro le gustaría saber sobre historia, pero por el momento es sólo una fecha más en el calendario escolar.

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Doña Rutila en cambio, con más de cincuenta años a cuestas, lo tiene bien claro. El día de México es su día fuerte en ventas de banderas, trajes típicos, rehiletes, mascadas, pañoletas, hasta adherirles para el auto e incluso spray y pintar las caras de los niños y adultos con los colores patrios. Ahora sabe que no será así. La pandemia ha desplomado sus ventas desde que inició el mes patrio. Espera recuperarse, pero dado que no habrá un “grito” abierto al público, sino televisado, teme que las pérdidas serán mayores. De hecho, ha comenzado a guardar en la pequeña bodega de su casa algunos paquetes de mercancía, pensando que el año entrante será mejor. Mientras tanto, no pierde la esperanza, sigue preparando su carro lleno de mercancía para que llegue el día de México en su colonia y vender lo más que pueda, al menos que salga para el día, tiene la confianza en que los mexicanos no nos olvidaremos de nuestro día, a pesar de las circunstancias no dejaremos pasar el festejo de recordar a nuestra patria.

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El señor Marco lo considera un día muy especial. Siendo maestro jubilado cercano a cumplir los ochenta años, es todo un acontecimiento. Desde el primer día de septiembre adorna su casa con banderas, banderitas y tapiza todo el espacio con tricolores que encuentre. Las razones son varias, pero sólo nos comparte las más importantes, una de ellas es que fué maestro de historia de México y le encantaba enseñar el pasaje de la independencia; su biblioteca rebosa de libros de texto y novelas que narran el hecho con lujo de detalle.

“Les contaba a los niños la historia rosa de Hidalgo, no les dije que había sido un mujeriego, ni tampoco que Morelos era casado, pero lo que ellos debían saber era que esos hombres tuvieron el valor de arriesgar su vida y cambiar la historia de nuestra gran nación”

Para don Marco, la historia no acaba ahí, hijo de un militar, piloto en la segunda guerra mundial, del escuadrón 201, se siente profundamente cercano al ejército mexicano. Su padre selló su vida con el amor por Mexico y el día de México no era la excepción. El sabía que debía sentir orgullo por el mes y el día patrio, sin escatimar esfuerzos, debía sentirse orgulloso de ser mexicano. Lo mismo intentó trasmitir a sus alumnos. “Mexico es más grande que todos sus problemas y siempre, siempre ha salido adelante. Es una gran nación” Me dice cuando lo dejamos en su casa tricolor y la frente en alto cuando mira la bandera que ondea en el punto más alto de su casa.

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Melinda en cambio, está organizando un reventón virtual. Ha llamado a todos sus amigos para que compren cervezas y tacos el día del grito; se van a reunir a una misma hora – cercana al grito – y van a transmitir en vivo por Zoom su borrachera. Cada uno desde casa brindarán por México, porque no tienen trabajo, porqué han vivido encerrados en casa los últimos meses y por el gusto de no tener obligaciones frente a un país que no parece ofrecerles un futuro.

Nancy teclea en su teléfono: “Vamos a emborracharnos por México” con otras palabras que no podemos reproducir aquí. Para estos chicos, es una fiesta más, un espacio para la superficialidad, días de asueto para justificar la borrachera., la excusa perfecta para evadir su realidad con el alcohol.

Su veintena de amigos ya le confirmaron su asistencia y prometen invitar a dos más cada uno que se sumaran al reto, apuntaran en su diario que bebieron hasta caerse de borrachos en honor a México, todo un ejemplo de juventud.

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Juan Manuel acaba de dejar el podium. Después de uno de sus encendidos discursos acerca de la Independencia, se siente satisfecho del deber cumplido. Ha convencido nuevamente a los mexicanos del sueño de la independencia. Les ha vendido una vez más el cuento de que somos libres y que somos independientes. Su carrera política seguramente será vertiginosa, después de la alcaldía llegará la diputación y quien sabe hasta gobernador puede ser. Sabía que esas lesiones de historia con el profesor de secundaria le iban a ayudar, aunque no se sabe el himno nacional, hace el coro perfecto y engalana sus palabras con frases patrióticas y llamativas. Pero en el fondo, sólo quiere sacar provecho de esa vieja idea patria, nunca ha estado convencido, menos orgulloso de sentirse mexicano. Como cualquier político la palabra patria es patrimonio personal y beneficio propio. ¡Viva la Independencia!!