Diciembre 23, 2024
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Cuentos Para Presidentes

El último Priísta
IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán

Corre el año 2036, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, alumnos venidos de todo el mundo se han congregado en una de las salas audiovisuales de 360 grados, donde todos pueden ver y oír a su profesor o conferenciante..
El profesor Juan Smith, afamado historiador y polítologo se prepara para dar una de sus conferencias más apasionantes: historia del sistema político mexicano.
El Doctor Smith con algunos movimientos enciende el computador que lleva en la mano y controla los proyectores audiovisuales para comenzar con su exposición. En las pantallas aparecen las letras siguientes: “¿Quién fue el último priísta?”
Smith toma la palabra. “Seguramente ustedes se preguntarán cómo un partido político logró perdurar tantos años en el poder. Ya en otras sesiones hemos resuelto esa duda. La capacidad del PRI para adaptarse a las características y necesidades de la cambiante sociedad mexicana, lo convirtieron en un camaleón político por excelencia. ¿Qué elementos llevaron a su extinción?
Nadie se movió en la sala para intentar dar una respuesta.
“Un solo hombre” dijo Smith con dureza. “Veamos por qué”
El PRI se construyó bajo los cimientos de la idea de la revolución, pero también de otras condiciones tales como: el poder del presidente, la decisión de su sucesor que debía ser pacífica y garantizar estabilidad democrática y económica. Pero además había que mantener pactos públicos con grupos que controlaban a los votantes, como los sindicatos, los grupos empresariales, las agrupaciones de profesionales y organizaciones no gubernamentales.
Otros pactos secretos para conservar el poder incluyeron acuerdos con los criminales, los organismos internacionales, las potencias extranjeras y, por supuesto, los miembros de otros partidos políticos que luego se llamaron partidocracia.
Para mantener el régimen priísta había que cuidar el delicado equilibrio que existía entre los pactos y las condiciones de poder, pero además cuidar a su partido político. El régimen se sostenía por el presidente, pero el engrane era el partido. Dijo Smith. Los alumnos veían las imágenes en las pantallas tridimensionales que repasaban viejas fotografías a colores y blanco y negro de los expresidentes mexicanos y de los cambios de logotipo del PRI.
Sin embargo, tanto las condiciones como los pactos sufren un desgaste considerable al ejercer el poder. Los sindicatos se perdieron en sus antiguos dirigentes; los grupos empresariales se fueron alejando del poder por que no vieron satisfechas sus necesidades y vieron crecer la corrupción e impunidad. ¿Pero qué impulsó estos cambios en la sociedad y en el sistema? Deslizó la pregunta Smith.
Un estudiante, tímidamente, casi en susurro dijo: “¿La tecnología?”
El Dr Smith lo miró y por un momento, sonrió levemente. La sala en silencio. Las pantallas detuvieron las imágenes.
En efecto, dijo Smith, la tecnología y en especial la información que circulaba velozmente por el internet a través de las plataformas de redes sociales terminaron por aniquilar una sola idea que unificaba todo: el poder absoluto del presidente.
Observamos como se construyeron las islas de poder, algunas en el Congreso, otras en los partidos políticos, algunas más en los gobernadores y en distintas regiones del país. En estas islas compartían información que mantenía su poder. En cambio, el presidente estaba solo, en su propia isla, en su propia burbuja, pensando que todos le obedecían como antaño. Estaba equivocado.
Poco a poco fue perdiendo poder, lo cual reflejaban las encuestas y el uso de la fuerza. Entre menos libertad de expresión – periodistas asesinados o desaparecidos – más descontrol social y aumento del crimen organizado. Señales de que los viejos pactos políticos se caían a pedazos.
El partido ya no era de sectores, ni de masas, sino de burócratas ambiciosos esperando que su ciega lealtad rindiera frutos con un buen puesto. La partidocracia, otra vieja isla de poder, controlaba el Congreso – otra isla – y varios estados con sus gobernadores.
Al carecer de condiciones, pactos y reglas el régimen se le iba de las manos. No controlaba el congreso, los partidos, los gobernadores ni regiones del país. Le quedaba la última gran condición de poder, su legado, nombrar a su sucesor.
Juan Smith hizo una pausa, para tomar un poco de agua y aumentar la expectativa de los alumnos.
Así las cosas, continúo, para que el sistema siguiera su marcha debía tomar la única decisión posible, la que lo definiría como el último priísta: elegir un candidato presidencial no priísta y entregarle la maquinaría del partido, del sistema y las sobras del poder que le quedaba… después habría de construirse otro sistema, por que el que había heredado ya no era viable para el México que venía… y terminó la presentación. “¿Preguntas?” Dijo Smith. Los estudiantes se pusieron de pie y comenzaron a aplaudir, corría el año 2036 y el último priísta ya había muerto para entonces.

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