Noviembre 26, 2024
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Cuentos para Presidentes

IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán
Consecuencias
1) Doña Liz está cerca de sus noventa años. A pesar de ello es muy fuerte para su edad, se levanta de madrugada todos los días y atiende sus puestos en el mercado del pueblo. Vende desde tortillas del día hasta juguetes de feria para ganarse el sustento. Pero siempre había contado con su seguro popular eso le ayudaba con las medicinas para la presión y los dolores de la artritis, tam-bién le daba un dinero cuando no le iba bien en las ventas. Ahora que está viuda no tiene nada. Fue muchas veces por su apoyo y le dicen que no llega, que tardará, qué les van a compensar todo el año, será un ahorro cuando lle-gue.
Pero lo cierto es que hace seis meses que no puede comprar su medicina y ya co-mienza a sentir los efectos. A pesar de que ha tomado todos los remedios que le recomiendan sus familiares y conocidos, se siente mal. Teme morir. Las fuerzas ya no le alcanzan para llegar al final del día como antes, y a veces se le olvidan las co-sas, siente los mareos y los dolores que quiso olvidar algún día. Tal vez ya es hora, pero no quiere dejar su México, el que le ha dado tanto, el que la hizo madre y abue-la, que le dió una casa y un jardín que tanto disfruta cuidar, dice mientras camina despacio hasta el centro de salud esperanzada por su dinero.

2) Brian no terminó de estudiar la preparatoria. Por eso, sus amigos le envidian. Ahora tiene más dinero que todos ellos juntos, a pesar de que algunos ya terminaron la carrera técnica. Brian, se levanta cada día a las diez de la ma-ñana, eso cuando se le hace temprano; luego va al taller de su tío que está a dos cuadras de su casa para hacer alguna talacha. Se pasa el tiempo jugan-do cartas y viendo videos en su celular cuando no hay trabajo, llega la hora de las chelas y salir a divertirse. Cada mes, va a cobrar su beca del gobierno federal, por ser un aprendiz más, dado que el taller está dentro del programa para recibir muchachos y darles capacitación. A veces, gana más que su tío, que tiene que pagar empleados, electricidad, agua, renta y las mordidas de los inspectores municipales y estatales que a diario lo atormentan, se viene quedando con la mitad del sueldo de su sobrino.
A Brian lo envidian sus amigos, aunque les invita de tomar en los antros de moda y por qué se puede comprar el celular más nuevo que hay en su pueblo. Viste ropa cara por qué no aporta un peso a su casa. Sus padres le pagan también de alguna forma, por que el pobre “sigue estudiando” entonces le dan casa, vestido y sustento. Brian, piensa “Esto es la vida. Qué padre vivir así”

3) Ramon X me dijo que lo llamara así, es uno de los judiciales más aguerridos que he conocido. El otro día, estaba persiguiendo a una banda criminales que iban corriendo por un puente vehicular, no los pudo alcanzar. Uno de sus co-legas le reprendió: “¿Por qué no disparaste, en señal de advertencia? Así los hubieras cogido” El le respondió lacónico: “desde hace dos semanas que no traigo balas” Así las cosas, Ramon X se juega la vida sin balas, sin chaleco antibalas, sin gasolina en el carro patrulla y comiendo lo que puede, cuando puede y cómo puede. Dicen que es un héroe en las calles, pero nadie valora lo que hace y lo que puede perder. “Así es la vida, me dice, los politicos quie-ren que atrapemos criminales, pero no nos dan el dinero para hacerlo. Así qué mejor, los dejamos sueltos para que no nos maten”.

4) Don Juanito acaba de regresar a su pueblo después de una semana de parti-cipar en marchas y plantones en la ciudad de México. Es de los que luchan a brazo partido por sus tierras. “Son las que nos dejó Zapata, no las podemos perder; ellos dieron su vida para que tuviéramos que comer” pero ahora no sabe qué va hacer. Ya no le alcanza para sembrar, en la última cosecha per-dió mucho dinero por las lluvias tardías y por el pequeño subsidio que le die-ron. “Ya no es negocio sembrar, lo hacemos por necesidad, para comer no-sotros” Su casa se encuentra en el monte, a una hora de la cabecera munici-pal, no sabe si algún día ya no regrese por que “los criminales quieren com-prarnos la milpa para sembrar sus porquerías, no me va a quedar de otra” me dice impotente. Acaba de llegar a casa con las manos vacías y el corazón encogido, sentencia finalmente: “tal vez haga falta otra revolución”