IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán
El secretario
No me miren feo por lo que voy a decir: ser el secretario de seguridad pública es lo peor del gabinete. Hoy en día, es la secretaría más difícil de todas, bueno, claro, además de Hacienda. Nada mas piensen en aquella mañana cuando tomar la llama-da a su teléfono celular y que les digan “Jefe, debe estar orgulloso de nosotros: por fin lo tenemos. ¡Ya lo capturamos!”
Y sienten como el estómago se les llena de nudos y no pueden articular palabra para responder con un halago o con una mentira.
Después ya saben lo que siguió, pero lo más difícil fué hablar con los generales, todos teníamos informaciones diferentes y el presidente estaba en pleno vuelo comercial rumbo a Oaxaca, no lo podíamos llamar para pedirle su decisión así que la tomamos nosotros.
Después, recibí una segunda llamada: “Jefe, han tomado la ciudad y estamos rodea-dos” Fue entonces cuando pensé haber planeado mejor aquél asalto. Esas incursio-nes fortuitas solo generan incertidumbre, las llamadas en falso que habíamos recibido sobre el poderío en armamento y en personas no debi tomarlas a la ligera y hacer más caso a mis generales. Ahora lo que queda es soportar la humillación, aprender de los errores.
Pero eso si, no le deseo a nadie el acuerdo con el presidente horas después. Había que dar explicaciones que no tenía, frases acerca cómo se debía manejar en la pren-sa y posteriormente explicar por qué no le habíamos dicho nada. Ustedes me com-prenden, salí destrozado. Yo pensé que me iba correr desde que abrí la puerta del despacho, de hecho, llevaba redactada mi renuncia y un comunicado, digo por si acaso. Esperaba lo peor.
Lo peor estaba por venir: Estados Unidos.
Todavía no había terminado de arreglar este asunto cuando me matan una familia en la frontera norte; para colmo, con doble nacionalidad. Y en cuestión de horas Donald Trump nos lanza un tweet diciendo que necesitamos su ayuda para controlar al país. La idea de que me despidan pasa de nuevo por mi mente. No hay secretario que aguante este paso.
El presidente también lo piensa. Lo sé por su mirada, por el tono de su voz, por su forma de mirarme. No estoy solo en esto, los generales encargados de la zona, los propios medios de comunicación que lanzaron la noticia, aquellas víctimas que no conozco y que ahora se han convertido, a mi pesar, en autodefensas, o mejor dicho en guerrillas que se van a defender a toda costa y que en estos momentos cuentan con la mirada y la protección de los norteamericanos, cuyos drones monitorean cada paso que damos y que sabían mejor lo que había pasado aquella tarde fatídica.
Y por si fuera poco, mi “colega” el secretario de relaciones exteriores sale a ventilar el tema: “esto fue hecho con armas de procedencia norteamericana” La bomba diplo-mática ha despegado al resto del mundo. Claro, les teníamos que decir que no somos los únicos culpables de ambos hechos, y que la ayuda que necesitamos es que dejen de vendernos armas de uso exclusivo del ejército a precios de oferta.
Aquí recoge-mos los cadáveres y allá se hacen ricos con el jugoso negocio.
¿Cómo enfrentar esto cuando luchamos bajo el fuego cruzado? ¿Cómo luchar cuan-do apenas estas armando un ejército de policías y soldados? Eso es lo que ven todos los mexicanos, no es fácil ser secretario. Ahora tengo que librar combates en varios frentes y ganar en todos: la opinión pública internacional, donde la prensa saca enca-bezados como si estuviéramos en guerra “100 muertos al día”dice The Guardian y los periodistas me preguntan a diario si realmente sabemos combatir al crimen organiza-do.
Tenemos el combate al interior del gabinete. No se crean, no es fácil poner de acuer-do a los generales, mucho menos a la marina, esto del mando civil de la guardia na-cional es retórica. Es arduo negociar a diario con visiones distintas y contradictorias acerca de cómo enfrentar las amenazas. Además debo enfrentar al secretario de Hacienda para que libere los recursos, a los fiscales generales de los estados que todo el tiempo se la pasan llamando por que tienen “problemas” no saben lo que son problemas en realidad, ellos sólo ven un estado, yo debo ver el país.
Esos combates vivo a diario, sin contar con tener el teléfono intervenido y bajo ame-naza constante; después de cinco números diferentes, ya no puedo contestarlo por que detrás de la linea o del mensaje de texto hay una amenaza de muerte. ¿Cómo te comunicas así con la gente bajo tu mando?
Ya ven, que eso de ser secretario no es tan fácil. Así que esta navidad no espero re-cibir un bono, por que ya no se puede, ni tampoco un aumento de sueldo por que todo fiscalizan, lo único que deseo es un momento de paz, una noche tranquila y un sueño profundo sin sobresaltos. Ojalá México me cumpla.