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Cuentos para Presidentes

IMPULSO/ por: Rodrigo Sandoval Almazán
El cuento de la revolución mexicana

Había una vez un país con una enorme riqueza natural, lleno de hombres y mujeres creativas, valerosas, trabajadoras, ingeniosas e inteligentes cuya nobleza y amistad eran admiradas por sus vecinos y visitantes. Un país que había heredado la inteligencia de los mayas, el valor de los aztecas, la fortaleza de Olmecas y la sagacidad de los mexicas.
Un país que le había sido arrebatado a España con sangre y fuego, con sacrificio e inteligencia; era un país cuyas luchas intestinas nombraron Alteza Serenísima a un presidente que vendió la mitad de su territorio a cambio de su libertad. Una nación que estaba naciendo con Benito Juárez y que comenzó su marcha con don Porfirio Díaz, que lo llevo a tener el único proyecto de país con orden, estabilidad y paz social.
La nación de Díaz creó la industria, las telecomunicaciones y el ferrocarril, impulsó la educación pública en todo el territorio y colocó al peso al mismo valor que el dólar norteamericano por unos años. Era una nación que prosperaba en lo económico pero detenida en lo político.
Entonces llegó el discurso del descontento político, la necesidad de alternar el poder, la construcción de una idea democrática y basto con el exilio voluntario de Díaz para que volviera la inestabilidad, la lucha armada, la guerra de guerrillas que culminó diez años después, millones de muertos, la industria destrozada y la economía por los suelos, cuando el grupo de Obregón ganó las batallas y se hizo del poder.
¿Cómo domar al tigre que habían soltado los mexicanos? No podía hacerse como siempre: a sangre y fuego. La paz y tranquilidad debía venir de la consciencia, de la educación, de la ideología y por ello había que inventar la historia de la revolución mexicana.
Se había ganado la revolución mexicana. El reparto de tierras comenzaría de inmediato. Por fin, habría igualdad de oportunidades para acceder a la política y a los puestos del gobierno. La democracia había llegado a México.
El cuento de la revolución mexicana incluía nuevos derechos y obligaciones para los mexicanos, una relación más estrecha con el gobierno y un reparto de riqueza – tierras – más ordenado y equitativo. Pero todo ello disfrazaba la verdadera historia de impunidad, corrupción, trafico de influencias, compadrazgo e intereses para mantener el poder a través de un sólo partido político.
¿Qué controla el cuento de la revolución mexicana? ¿Qué disuade o neutraliza el discurso de la revolución? En primer lugar controla el acceso al poder, solo los revolucionarios – del Revolucionario Institucional – podrían tener acceso al poder, de otra forma vendría la rapiña de antaño, el desorden institucional, la revuelta. En segundo lugar controla la sumisión a la política, en otras palabras, la “lealtad al partido” es lealtad a la revolución. En tercer lugar, controla la ideología política del país: no hay idea más importante, más profunda y donde todo cabe que dentro de la revolución mexicana.
El cuento de la revolución mexicana también consolidó el mito profundo del tlatoani todopoderoso, incuestionable e impune que es el presidente de la república. Lo que se intentó derrocar con la revuelta armada – “sufragio efectivo, no reelección” – terminó siendo lo que construyo el nuevo régimen revolucionario pero que además lo legitimo.
En quinto lugar, ha controlado los medios de producción, al repartir tierras, industrias, licencias, yacimientos, minas, concesiones entre las familias del poder, entre los grupos de poder. Todo bajo la justificación de la revolución mexicana.
Sin embargo, parece que este símbolo de poder que se ha desgastado en 80 años está llegando a su fin. El cuento ya no convence. Le han tratado de dar nuevos giros – el liberalismo social – pero la historia no parece justificar ni el poder del tlatoni, ni los grupos poderosos y mucho menos defender la corrupción, la impunidad y el trafico de influencias.
En cambio, una parte de la historia parece cobrar vigencia cada vez más rápido: la democracia. Esta forma de gobierno en donde todos los ciudadanos participamos, opinamos, vigilamos a nuestros gobernantes es la que crece vertiginosamente en un mundo lleno de información, datos y estadísticas – otros cuentos – pero que ha hecho que cambie el simbolismo y la interpretación de esta historia.
El problema ahora es ¿Con qué historia sustituimos el cuento de la revolución mexicana? ¿Qué cuento será lo suficientemente convincente para evitar la revuelta y la rapiña por el poder?
Seguramente tendremos que hacer una revolución de consciencias. Una revolución ideológica que nos otorgue el rumbo y sentido que nos quito la familia revolucionaria y sus herederos.
Comentarios: @horus72

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