Noviembre 5, 2024
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Cuentos para Presidentes

IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazan
La Chayo

Manita: “¿Qué ya cayó la Chayo?”, dice la presa 5241. Su amiga, una regordeta tatuada de pelo negro y ojos malditos le responde: “Si pareja, la acabo de ver caminando por ahí, pero no te preocupes, ni quien se le acerque, trae a los custodios y la tratan como reina.

Ni quien la quiera. Deja que me la dejen solita y verás como le va” y se ríe maliciosamente, quien sabe que piense en su mente atiborrada de droga y alcohol.
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La celda es amplia, si acaso puede decirse eso. Para tres reclusas que caben perfecto. Pero ahora la han limpiado y sólo hay una: La Chayo. Un catre, un bote que le sirve de baño y piso limpio que todavía huele a mierda por tantos años de uso. Un rayo de sol baña plácidamente el lugar, como si nada le impidiera llegar ahí e irse cuando quiera. Ella está sentada, demacrada, pensativa.
“En qué me equivoqué. Debí haber salido del país cuando me habló Enrique, y salir huyendo… Los abogados me dijeron que no habría motivo para encarcelarme, los dos millones que les dí no me sirvieron de nada. De seguro alguien me traicionó . ¿Por que fui al juzgado? ¿Por que confié?
Tocan los barrotes. Es el guardia en turno. “Tiene visita” le grita para que se ponga de pie y se acerque. Los visitantes no son comunes a esa hora del día, ni tampoco que le tenga tantas preferencias, a menos que se trata de alguien muy importante. Ella se acerca a los barrotes.
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– Tienes que decir quienes estuvieron involucrados. Ayúdanos y te ayudamos. Queremos que salgas libre, unos cuantos meses aquí y te vas a disfrutar, pero si sabemos los nombres y como lo hicieron.
El hombre de traje Hugo Boss, negro piano, impecable y zapatos de marca le mira compasivo. Guarda silencio un momento esperando respuesta. Ella no dice nada. No le habla. Le mira con odio y con impotencia.
– Te mandan saludos – y le muestra una foto con un hombre sonriente – dice que te puede ayudar si colaboras. Les tienes que decir todo. Alguien pagará por esto, es un hecho ineludible. El nuevo gobierno quiere exponer la corrupción, terminar con el escándalo de la “estafa maestra” este caso es su bandera que demuestra una lucha sin tregua contra este cáncer social. Tú puedes salvarte si nos dices, si nos hablas. Si no quieres a ellos, dímelo a mi y yo les ayudo a procesarlo.
Ella se asombra al ver la fotografía. No puede creer que él, él también esté involucrado en esto, si le había prometido, le había jurado que nunca le pasaría nada estaría protegida por las costumbres del sistema político de protegerse y cuidarse para garantizar concordia en las transiciones pacíficas del poder. No era posible, no era él.
– Mira, aquí te dejo un cuaderno y un par de lapiceros, escríbelo, con calma trata de recordar todo aquello que nos pueda servir. Fechas, nombres, direcciones, modos de proceder. Estoy seguro que algo te llegará a la mente… con el tiempo, cuando te desesperes y quieras salir de esta pocilga ese momento de hablar te llegará y podrás librarte de todo esto. Te lo aseguro.
Ella toma la libreta y las plumas marca Bic de punto mediano que guarda discretamente, como si a un niño le acabaran de dar su dulce favorito y lo quiere ocultar de todo mundo.
– Mientras tanto, te prometo que te cuidaran bien. He hablado con la secretaria de gobernación, con la gente de la prisión. Tómalo como unas vacaciones forzadas. Si claro, hay algunas incomodidades – dice burlón, casi sonriendo – pero estoy cierto de que te adaptaras bien. Si te decides, dale la libreta a tu abogado o dile a un guardia que te deje llamarme, sólo a mi, podrías llamarme… Ah y por cierto, de esto no deben enterarse tus abogados. ¿Está claro?
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El patio. Hora del ejercicio matinal.
– Oye Manita, ¿Qué tu eres la Chayo?, Mira que mona. Yo te ví en la televisión, estas igualita, claro, claro, sin tus trapos Hermes y tus relojes caros.
– Jajaja, si le hace falta su toque Pineda Covalini, dice otra presa burlona.
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La siguen, esta rodeada por cuatro mujeres, dos grandes roperos como venidos de las islas marías y un par de esqueléticas que parecen líderes de aquella extraña pandilla.
– Mira nada más, ¿Quién nos vino a visitar? De verdad que el señor López si cumple su palabra, nos regala visitantes VIP, yo no lo hubiera esperado. De pronto toda la clase priísta se va a mudar a Santa Martha, quien lo dijera… Y se ríe a carcajadas.
Ella apenas sonríe. Está asustada. Las celadoras la vigilan de lejos, pero no intervienen, no todavía.
– ¿Por qué te trajeron pequeña? – le dice la reclusa más dura de todas, la que ha matado varios narcos, comenzando por su novio – Aquí te vamos a cuidar bien, claro, si tu nos tratas bien, nosotras podemos ayudarte, moverte, ver que nada te falte ni siquiera hombres o mujeres, jajaja, aquí puedes tener todo lo que necesites, solo pide…
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Es casi medianoche. Ha llovido y entre olor a mierda llega el aroma a tierra mojada a lluvia que baña las paredes de las prisiones. Ella ha dejado libreta a un lado de su cama. Ya comenzó a escribir. Cinco páginas apenas, borrosas confesiones, más palabras de odio y de reclamo que datos concretos, pero en las últimas tres páginas, comienza a ver datos concretos: nombres y apellidos, fechas, montos, numero de facturas, nombres de empresas, cuentas de banco, políticos, policías, choferes y repartidores de periódicos que hacían encargos y que terminaron firmando contratos para ganarse diez mil pesos.
Ha dejado la libreta y se ha soltado a llorar. Se le acabó la entereza, ha perdido la fortaleza. Ya le ganaron. Llora su derrota, llora su impotencia y la lluvia negra y oscura le acompaña en un susurro.
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