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Cuentos para Presidentes

IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán

Analista y columnista político

PRI: el día que celebramos la derrota

¿Cómo escribir un discurso para felicitar al partido cuando ya no estamos en el poder? Sigo buscando la respuesta a unas cuantas horas de pararme frente a los miles de priístas de hueso colorado, simpatizantes y seguidores y reconocer que hemos perdido. Estamos en la calle después de seis años de haber regresado a la presidencia, ahora somos los huérfanos de la democracia.

Hace unas semanas, cuando conversaba con mis compañeros de partido acerca de esta celebración, decidí que debíamos hacer un anuncio: Comunicarle a México que no hemos perdido, solo nos estamos reorganizando. Estamos recuperando fuerzas para dar otra batalla por el poder. Así me lo han confesado amigos cercanos y personas que han participado conmigo en numerosas campañas y afrentas políticas.

Creo que debemos abrir más el partido a la sociedad. Que podamos elegir al dirigente abiertamente, claro, ya saben que habrá pocos candidatos porque solo unos cuantos pasarán por ese proceso interno de selección y quizás, solo quizás, sea alguno de los muy allegados al poder, pero espero que no traiga las mismas ideas de siempre.

Sé que les hemos fallado a nuestras bases. Ahora son las que menos nos quieren, las que nos odian, porque han quedado como parias de la política. “Tú no entras al reparto de las posiciones porque eres priísta” “Siempre has sido priísta ¿Por qué habrías de cambiar de partido ahora?” son las frases comunes que recibo de la vieja militancia pero, sobre de todo, de aquellas bases que por años nos acompañaron a mítines, a lanzar nuestros candidatos y que ayudaron a llevar a los votantes a las casillas; a ellos los han lastimado, no hay día que no reciba quejas de que los insultan, se burlan de ellos porque no tienen poder.

Sé que hemos fallado a los empresarios que tanto nos habían apoyado. Ahora ellos buscan llevarse sus capitales a otros países, que bueno por ellos, que malo por México. Al final, entendí que nuestra relación era solamente por interés económico, sólo les interesaba hacer negocios a expensas del poder, nunca les interesó el país, nunca quisieron hacer el bien, no quisieron acompañarnos a nuestros proyectos, sino a sus proyectos. Pues gran parte de nuestro error es que nos convertimos en sus administradores, en sus cabilderos políticos, en los cuidadores de sus inversiones y su dinero y nos olvidamos de nuestros votantes.

Qué tiempos aquellos en los que el presidente decía la última palabra y se escuchaba por todo el país. Los ecos del discurso presidencial, del magnánimo líder del partido, del todopoderoso jefe del partido se le veía en la televisión, en la radio, en las primeras planas de la prensa y en las revistas. Todo era PRI. Todo éramos nosotros. Ahora hay una pulverización de la política, no existimos. Solo prevalecen los vencedores que han comenzado a escribir su versión de la historia. Pero no se dan cuenta de que su palabra se pulveriza en las redes sociales, en los medios de comunicación digitales. Ya no se escuchan esos ecos del poder, sino el griterío del Facebook o del Twitter. ¿Quién les puede creer? ¿Cómo enviar un mensaje con el impacto suficiente?

Después de noventa años de existencia, el PRI se ha vuelto obsoleto. Necesitamos morir y nacer de nuevo. En esta resurrección, casi religiosa, tenemos que replantear nuestra visión de México y los mexicanos. Apostarle a un discurso que nos coloque en el centro de la discusión mundial y que nos ayude a aportar soluciones a los graves problemas nacionales e internacionales que nos afectan.

No podemos resucitar al viejo PRI. Hay que crear un partido desde cero. No como lo hicieron nuestros padres fundadores: Obregón, Calles o Cárdenas que buscaron contener la adicción revolucionaria de los alzamientos armados para derrocar al presidente en turno. Ese control político, esa forma de gobernar ha quedado en desuso; necesitamos nuevas ideas, mejores formas y caminos para entendernos y apostarle a una nación viva, cambiante todo el tiempo, esperanzada en tener líderes modernos y discursos apegados a su realidad.

Tenemos que celebrar que, con más de noventa años de experiencia, podemos aportar a la vida nacional. Es triste decirlo pero no queremos -no podemos- terminar enterrados en el baúl de la historia como una etapa más de nuestro país, sino seguir aportado para construir una época gloriosa donde se vean nuestros logros y se olviden nuestros fracasos.

No queremos ocultar la verdad. El PRI se ha corrompido. Tantos años en el poder nos han afectado, al igual que la sociedad que gobernamos. No podemos cambiar el partido que tenemos ahora, no podemos ir a la tienda de partidos y pedir uno nuevo, limpio y sin manchas, que nunca se hubiera usado. Tenemos que decidir la ruta a seguir para enterrar al PRI actual y armar uno nuevo, o bien, desaparecer de la escena política hasta que tengamos la claridad de la ruta ideológica y política que hemos de seguir.

Lamento que no haya estadistas, ni líderes carismáticos que nos lleven en esa dirección. Estamos sumergidos en la misma triste historia de la burocracia priísta, reciclando cuadros, discursos y propuestas para enterrarnos nosotros mismos. Cuando toquemos fondo, tal vez sea el momento de volver a resurgir, mientras tanto, hay que aparentar que nada ha pasado y celebrar la derrota como si el viejo PRI siguiera vivo, simular que no duele, hacernos los fuertes y no mirar hacia afuera donde nos han derrotado, sino para adentro, donde somos felices y sólo queremos ver al PRI de grandeza que tenemos guardado en nuestros recuerdos y nuestro corazón.