IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán
Articulo: Un mundo sin gasolina
Había una vez un pueblo lleno de recursos naturales: bosques, selvas, ríos y mares, agua, buen clima para cultivar, sal, etc. Su prosperidad brotaba en toda dirección. Tenían una situación geográfica privilegiada en el mundo, era una de las pocas naciones donde el sol salía casi todos los días del año y el clima era benévolo.
Por si fuera poco colindaban con dos mares importantes, sus paisajes naturales eran conocidos mundialmente y su comida era maravillosa, pero además de todo tenían petróleo. Por lo tanto, decidieron explotarlo y eso fue su mayor error. El oro negro los había embrutecido, ahora todo lo que hacían estaba basado en eso.
Sólo tenían autos y camiones que usaban gasolina, de tal forma que toda su economía se basaba en transportar sus productos, bienes y servicios a través de una red basada en el petróleo. Su industria, altamente contaminante, había sido construida con este combustible, estaban acabando con el aire que respiraban, con los ríos y lagos que contaminaron y con la flora y fauna tan hermosa que los rodeaban.
Su gobierno era el primer promotor de este sistema de organización económica y social; impulsaba la construcción de carreteras y caminos basados en los automóviles, daba facilidades a las empresas que los producían y rechazaba cualquier otro tipo de energía que pudiera poner en peligro ésta industria, de la cual, él también se beneficiaba al exportar el petróleo a otras partes del mundo.
Este gobierno generaba electricidad con petróleo, asfaltaba miles de kilómetros de carreteras con petróleo, impulsaba a las industrias que lo utilizaban sin importar si contaminaban o no, y hasta creaba universidades y profesiones basadas en la utilización del petróleo y la gasolina.
Pero un día esta economía artificial llego a su fin. El petróleo y por ende la gasolina se acabó. Entonces el mundo se paralizó. Los autos no pudieron llevar a los niños a la escuela, tampoco llegaron a trabajar los altos directivos, el alimento comenzó a escasear por que no había otra manera de transportarlo. Las filas y filas de autos, camiones, camionetas comenzaron a llenar los expendios de gasolina que poco a poco iban cerrando en la medida que se acababan las últimas reservas de combustibles, hasta que todo se paralizó.
El gobierno también estaba detenido, no sabía qué hacer ante tal hecho, no estaba preparado para ello. Fue entonces cuando apareció el ingenio de aquél pueblo, no faltaron los inventos para producir combustible con el agua de mar, de la pulpa del maguey, o simplemente explotar las bondades del dios Sol siempre presente usando celdas solares y cambiando los motores de combustible por motores eléctricos, alimentados por baterías solares.
Pero el cambio fue abrupto, radical y más lento de lo que se hubiera pensado. Hubo de renunciar el gobierno, la sociedad tuvo que organizarse de nuevo y comenzaron a construir trenes eléctricos, comprando piezas del exterior, autos, camiones y bicicletas solares o eléctricos. Había que cambiar a la industria, ello les llevo más tiempo, por que los empresarios no querían perder sus ganancias por invertir a nueva maquinaria, pero tampoco querían quebrar sus empresas.
No hubo niño, joven, adulto mayor que no participara en la cruzada. Cambiaron los horarios de las escuelas, se impartieron clases a distancia, usando el internet para no perjudicar a quienes vivían en zonas alejadas; se crearon nuevas profesiones, los expertos en celdas solares, en trenes y autos eléctricos, los que movieron las redes de electricidad sin necesidad de petróleo tuvieron gran auge.
Los ciudadanos se hicieron más conscientes de sus recursos, del cuidado a la naturaleza: no desperdiciaban el transporte, ni la electricidad, mucho menos el agua ni el aire. Ahora que habían perdido su oro negro, se sentían vulnerables, hasta el punto de que tenían que esforzarse más por construir su futuro y por cuidar a su país. Nadie tuvo que demostrarles las terribles consecuencias que había tenido el dormirse en sus laureles y descansar de la bonanza petrolera, ahora lo sabían, que nada es para siempre y que hay que construir alternativas, no solo la más simple y más contaminante de todas.
A pesar de ello, regresaron al gobierno los que se habían enriquecido con la bonanza petrolera; los que una vez todo poderosos habían saqueado las arcas nacionales y robado cuanto combustible pudieron para revenderlo más tarde y sacarle inmensas ganancias; quisieron proponer un estado dual que combinara las nuevas tecnologías limpias, seguras, que no dañaran al ambiente, pero usando petróleo en algunas de las industrias más importantes.
Los que habían sufrido el trauma cuando se acabó su mundo feliz rechazaron la idea, abuchearon y despidieron a estos ladrones de cuello blanco; aunque todavía hubo algunos ingenuos que les dieron la razón, porque no habían vivido lo que se siente detenerse, quedarse inmóvil, sin poder trabajar o transportarse porque sólo había una opción disponible, ellos, los que nacieron después de la escasez, del desabasto de petróleo y de energía eléctrica, eran los que más apoyaban ahora la nueva petrolización.
Así son los pueblos, se olvidan de lo que tienen, no aprovechan sus riquezas, se envilecen con tanto bienestar, buen clima y quieren cegarse ante una realidad imperante: todo guarda un equilibrio y tarde o temprano la naturaleza, la economía o la política nos pasa la factura de lo que hicimos o dejamos de hacer por nuestra patria.