Julio 16, 2024
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Cuentos para presidentes

La Lista

IMPULSO/Rodrigo Sandoval Almazán

En los noticieros televisivos e impresos aparece esa imagen gloriosa de la transición del poder. Un grupo de personas sentadas en una mesa de madera fina, impecablemente vestidos, posan para la cámara; los testigos son los retratos de los próceres mexicanos, personajes históricos que tienen que vivir estos momentos cada seis años.

Otras imágenes se cruzan por el camino, políticos sonrientes se estrechan la mano, señales de paz después de la cruenta batalla electoral. Declaraciones fantásticas y promesas, más promesas de que todo marchará bien. Pero en esta fotografía no aparece un hecho, mismo que no quiere retratarse ni salir en ningún periódico. Justo ese momento es el que capturamos aquí.

Dos personas, caballero y dama. se retiran del resto de la comitiva rumbo a una habitación discreta, lejos de los ojos de la prensa y de sus colegas. Apenas un par de sillas mullidas de cuero negro y dos botellas con agua los esperan.

— Bueno, muchas gracias por sus atenciones. Comienza a decir el primero, quizás habría que tocar algunos puntos importantes, o mejor dicho ¿Me permitiría darle un par de consejos?

“Claro que sí” -responde ella-, “pero antes me gustaría que me diera la lista”.

“¿Cuál lista?” Se sorprende y se incomoda, al grado de que se ajusta el saco.

“Pues la lista que se comparte cada sexenio”, insiste ella, seria, adusta y con dignidad.

— Pues, perdone usted, pero no sé de qué habla.

— El Presidente me ha informado que usted me daría la lista en esta reunión para comenzar a trabajarla.

El hombre se levanta de su asiento y se dirige a la ventana, ha entendido de qué documento se trata y la sola mención lo incomoda, pero no está seguro de que sea lo que piensa, así que replica.

— Bueno, señora, es que hay de listas a listas, el señor Presidente me ha dado una lista de asuntos pendientes, de trámites que hay que realizar y de objetos que tienen ustedes que guardar porque son de seguridad nacional.

Ella se levanta y camina hacia el hombre, lo mira fijamente a los ojos y le dice:

— Mire, Secretario, no estamos hablando de esas listas superfluas y sin valor, que no son más que meros trámites de seguridad nacional. Estoy hablando de la “lista”, ¿me entiende usted?

— No, no entiendo, tal vez si fuera más específica.

Ella se ajusta su traje sastre, acomoda el peinado y, con un poco de desesperación, insiste de nuevo.

— Es la lista de contactos que tiene el Gobierno con el crimen organizado, usted sabe quiénes son y dialogan con ellos, hacen pactos con ellos. Necesito esa lista de nombres y teléfonos.

“Ahh, entiendo” -dice inocente, mientras en su cabeza se agolpan cientos de pensamientos, temores, argumentos encontrados-. “Esa ’ista’ es un enorme poder, puede quitarle el puesto ¿lo sabía usted?”.

— Si, entiendo perfectamente lo que implica, pero la necesito para establecer los contactos, tender puentes, hacer las negociaciones desde ahora y establecer un nuevo entendimiento con estas personas, por eso le pido que me la entregue lo antes posible.

— Ya veo, pero resulta que esa lista sólo la tiene el Presidente, él es el único que puede compartirla. Yo sólo la he visto parcialmente, sé que la guarda celosamente entre sus pertenencias personales y que nadie más tiene acceso a ella. Incluso, cuando acordamos, la saca para decirnos con quién hablar o qué decisión tomar. Yo no sé nada más.

— Bien, dice ella con gran decepción, se la pediré a él, aludiendo a su respuesta. Espero que no lo incomode, pero comprenda que la requiero con urgencia.

“No hay problema” y le tiende la mano en señal de despedida. La reunión ha terminado.

Sigue la sesión de fotos y de entrevistas, en la que ambos sonríen hipócritamente y se sienten incómodos por lo que acaba de pasar en su reunión secreta. Ambos saben que lo comentarán de inmediato con sus jefes y alguna decisión se tomará sobre aquella lista. En tanto, las pinturas con los rostros de Ignacio Allende y Vicente Guerrero fueron testigos mudos de aquella reunión y resguardan ese poderoso secreto entre sus paredes.