IMPULSO/ Agencia SUN
Bélgica
El júbilo mostrado por la canciller Angela Merkel, ante decenas de sus seguidores en la sede de la Unión Democrática Cristiana (CDU) en Berlín la noche del 24 de septiembre, terminó por esfumarse.
Dos meses después de haber celebrado la agridulce victoria en las elecciones generales (su partido fue el más votado, 33%, pero fue su peor resultado desde 1949), Merkel pelea por su supervivencia política y por un cuarto mandato que parecía amarrado.
La incierta posición en la que se encuentra Merkel es resultado del fracaso de las negociaciones entre la CDU, su partido hermano en Baviera (CSU), los liberales y los Verdes, para formar un nuevo gobierno de coalición; entre otros, por las marcadas diferencias en cuestiones como inmigración y política financiera. En declaraciones a la cadena pública ARD, Merkel dijo haber hecho todo lo posible por sacar adelante las conversaciones y sugirió que preferiría enfrentar nuevas elecciones a tomar las riendas de un gobierno minoritario en el Congreso.
Debido a que las diferencias “son profundas” para formar la llamada “colación Jamaica”, en palabras de la propia canciller, la alternativa que queda es recuperar la “gran coalición” con los socialistas (SPD), cuyo líder Martin Schulz, se mostró abierto al diálogo tras semanas de negarse. Los socialistas sufrieron una colosal derrota en las urnas y no parecen dispuestos a sacrificar el capital político que les queda por salvar a Merkel.
La crisis política tiene consecuencias más allá del país. Sin gobierno en Alemania, resultará imposible revivir el eje francoalemán, crucial para sacar adelante los grandes archivos pendientes en ámbitos como defensa, migración y la eurozona, éste último es tema clave de la cumbre de Bruselas de los días 14 y 15 de diciembre. También tendrá serias consecuencias para el proceso del Brexit, el cual ha sido hasta ahora desastroso.