Octubre 8, 2024
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CAJA DE PANDORA

Guadalupe Rosas Suárez

Cuando el ser humano se convirtió en deshecho para los humanos

“Andan por ahí montones de cosas formidables, pero ninguna más formidable que el hombre”, decía Sófocles (Antígona, escrita aproximadamente en el 441 a.C.). Esa frase tan sabía y, al mismo tiempo, tan lejana nos invita a reflexionar que en un mundo donde se privilegia lo material, lo económico y el poder, el ser humano se ha convertido en desecho para los humanos.

Las personas ya no son un valor primario cuyos derechos hay que respetar y amparar, independientemente, de la condición social, color, edad, ideología o credo religioso. Así, cada día somos testigos de situaciones injustas, explotación, discriminación, rechazo y violencia en el ámbito familiar, laboral y social, que llegamos a considerar como “normal” y en ocasiones hasta a justificar porque creemos que no está en nuestras manos corregir. Cuando no tendríamos por qué rendirnos ni mucho menos dejar de luchar por lograr que se restituya este tejido social que está tan deteriorado.

Los intereses consumistas y económicos han puesto como prioridad las ganancias y muchos nos hemos vuelto insensibles ante el dolor, la pobreza y las demandas de los vulnerables. Se crean programas sociales que sólo son paliativos, pero que no atacan de fondo las causas de la marginación que enfrenta nuestro pueblo. En el ámbito laboral, los patrones se olvidan de los derechos de los trabajadores y los someten a jornadas con salarios precarios que pareciera nos remontan a épocas de esclavitud y exclusión que se supone debían ya estar superadas.

Y, en las relaciones de pareja, obtener el control absoluto de la relación, de la vida del otro y de sus acciones, provoca que se caiga en la intimidación, las amenazas, el aislamiento, hasta se usan a los hijos como rehenes, para dar lugar a sociedades convivencia y violencia que generan un daño severo para los integrantes de una familia, en ocasiones irreparable y repetitivo.

Ciertamente, forma parte de nuestra condición humana enfrentar sufrimiento, temores, dudas y angustias por las adversidades de la vida, pero no tienen por qué provenir de otra persona, funcionario o gobierno que se aprovecha del más débil, que pisotea y usa al otro sólo por poder, egoísmo o frustración. No tenemos por qué seguir considerando como normal que haya inseguridad, violencia o que los derechos de los más vulnerables y las minorías se pasen por alto.

Poner las expectativas en el tener y no en el ser, nos ha llevado a buscar una felicidad efímera, superficial en la que no importa pasar por encima de quien sea con tal de obtener un beneficio, la mayoría de las ocasiones material o económico. Con razón reza el dicho: “tanto tienes, tanto vales”, hay que tener más, pero ¿a cambio de qué o de quién?, no tendría que ser por encima de un amigo, de una pareja, de un trabajador o de un pueblo. No tenemos por qué mantener el “vacío interior” que como sociedad hemos creado.

En todas las culturas y en todos los tiempos se nos ha enseñado que el ser humano debe ser tratado y respetado como persona, porque goza de una dignidad intrínseca. Vale por el simple hecho de pertenecer a la especie humana, sin embargo, en la sociedad actual la persona vale por su utilidad, por su productividad y por el uso que pudieras dar; cuando ya no te sirve, simplemente, se desecha, la sustituyes y reemplazas.

Debemos recuperar el humanismo, porque antes que cristianos, católicos, protestantes, políticos, gobernantes o mexicanos, somos humanos y lo estamos pasando por alto, se nos olvida pensar en el otro y en lo importante que resguardar y respetar su dignidad.