Impulso/ Cecilia Lavalle*
Algo personal
A la menor provocación surge el tema en muchas mesas. Sólo que ya nadie se ríe ni lo minimiza con el ademán de quien espanta a una mosca. Incluso yo, que no sé nada del tema, he dicho parafraseando a Serrat: Entre ese tipo y yo hay algo personal.
Hasta hace poco, que el magnate norteamericano Donald Trump manifestara su intención de ser presidente de Estados Unidos causaba hilaridad, incluso compasión ante tal ingenuidad. Pero el tiempo demostró que en nuestro vecino país la ideología de la supremacía blanca goza de cabal salud entre amplios y poderosos grupos de su población.
La premisa de esa ideología es muy simple. La raza blanca es superior a cualquier otra raza. ¿Superior en qué? ¡En todo! ¿Por qué? Porque pertenecen a la raza blanca. ¿Y?
Y ahí termina la discusión, porque casi siempre quienes hacen las preguntas son quienes no pertenecen a esa raza y, dado que somos inferiores, ¿quiénes nos creemos para preguntar semejante cosa a alguien superior? Fin de la conversación.
La supremacía blanca no se sostiene bajo ningún argumento científico, mucho menos ético o moral. Y sin embargo, sin ningún pudor lo sostienen millones de personas alrededor del mundo. Es precisamente este argumento –disfrazado o no– bajo el cual se edifican todos los racismos, y otras discriminaciones, porque en esa ideología supremacista las mujeres blancas no valen lo mismo que los hombres blancos. “Las mujeres son en esencia, objetos estéticamente agradables”, Trump dixit.
Analistas de política y economía de medio mundo ya hacen cálculos de lo devastador que puede ser para el propio Estados Unidos y para otros países que Trump sea el próximo presidente de Estados Unidos, por sus diversas posiciones acerca de distintos temas, al margen o no de su ideología supremacista.
Pero para mí, que no sé nada de política norteamericana y ni siquiera soy ciudadana de ese país, el asunto se ha vuelto personal.
Y no sólo porque Hillary Clinton representaría un icono en el avance de los derechos políticos de las mujeres.
No sólo porque, sin lugar a dudas, es mucho más capaz que su adversario del partido Republicano.
Vamos, no sólo por lo que canta Joan Manuel Serrat en su canción Algo personal: “Hombres de paja que usan la colonia y el honor / para ocultar oscuras intenciones / tienen doble vida, son sicarios del mal. / Entre esos tipos y yo hay algo personal”.
Sino porque mi hijo y mi nuera viven legalmente en ese país.
Muchas amistades de nacionalidad mexicana viven legalmente en ese país. Muchas mujeres y hombres de nacionalidad mexicana, aportan lo mejor de sí cada día a ese país, vivan ahí legalmente o no.
Pero el señor Trump afirma que: “Cuando México manda a su gente, no envía a los mejores. Envían a gente con muchos problemas con los que nosotros tenemos que lidiar. Envían drogas, envían crimen. Son violadores y algunos, asumo, son gente buena”.
Le voy a aclarar, señor Trump, que no los enviamos, se van porque su país les queda a deber. Y se están yendo las y los mejores, para desgracia nuestra y fortuna de su país. Algunos son delincuentes, asumo. Como también lo son algunos de sus conciudadanos. Pero la mayoría, asumo, son gente buena. Apreciaría sus comentarios: [email protected]
*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.