Y abrieron camino
IMPULSO/ *Cecilia Lavalle/CIMAC
“… Nos inunda de emoción la presencia de las otras. Y sentimos admiración y agradecimiento… Y las imaginamos solas porque su conciencia surgió mucho antes que la nuestra… Cansadas a veces, sí, pero guerreras siempre. Exactamente igual que nosotras”.
Tomo prestadas letras de la bloguera española que firma bajo el seudónimo de Barbijaputa para honrar a las mujeres que organizaron, debatieron, acordaron y disintieron en el Primer Congreso Feminista de Yucatán que, además, fue el primero en México.
En plena Revolución Mexicana, en Yucatán hubo la paz suficiente para repensar el papel en el que se encasillaba a las mujeres, papel que bien podía resumirse en callar y obedecer.
Para muestra un botón. La historiadora Alejandra García Quintanilla, en su artículo “¿En qué mundo alzaron la voz?”, contenido en una espléndida edición del gobierno de Yucatán que reproduce los Anales de aquel Congreso, cita el fragmento de un poema publicado en La Revista de Mérida, en 1894: “Es mi Enriqueta instruida / tanto que aún sabe callar / su hermosura es singular, y en todo es cumplida, siempre ha sabido tener / entre todos gran concepto: ¡Ay! Pero tiene un defecto / grandísimo… que es mujer”.
En ese contexto, hubo mujeres que muy instruidas no se quedaron calladitas y abrieron camino. Una de ellas fue Rita Cetina Gutiérrez, quien junto con otras maestras fundó, en 1870, una escuela primaria para niñas y el periódico La Siempreviva, “redactado por señoras y señoritas”.
Ya era una insumisión dedicarse a educar niñas, pero Rita Cetina hizo más: impartió una educación laica y liberal.
Ésa fue la semilla, cuyos frutos encontraron tierra fértil para seguir sembrando libertad y derechos para las mujeres en el siglo XX, porque, aunque en medio país se libraba una Revolución, a Yucatán llegó a gobernar un liberal, el general Salvador Alvarado, quien promovió y financió ese Congreso.
Dulce María Sauri Riancho lo dice así: “El gobernante no inventó el feminismo yucateco, se lo encontró y logró potenciarlo. “Sin las feministas yucatecas no habría habido llamado al Congreso; sin Alvarado, no habría gobierno que apoyara y promoviera la expresión de las mujeres”.
Fue así como, del 13 al 16 de enero de 1916, se reunieron 620 mujeres en el Teatro Peón Contreras para reflexionar su condición y posición social a partir de cuatro preguntas:
1) ¿Cuáles son los medios sociales que deben emplearse para manumitir a la mujer del yugo de las tradiciones? (manumitir, nos deja saber Dulce María Sauri, quiere decir “dar libertad a un/a esclavo/a”).
2) ¿Cuál es el papel que corresponde a la Escuela Primaria en la reivindicación femenina, ya que aquella tiene por finalidad preparar para la vida?
3) ¿Cuáles son las artes y ocupaciones que debe fomentar y sostener el Estado, y cuya tendencia sea preparar a la mujer para la vida intensa del progreso?
4) ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer a fin de que no solamente sea elemento dirigido sino también dirigente de la sociedad?
Allí muchas mujeres tuvieron voz y voto en un espacio público para pensar su papel en la sociedad, para soñar, para expresar lo que pensaban y sentían. Y abrieron camino.
Hoy, las recuerdo con gratitud, en ese camino que abrieron ellas y otras, nosotras caminamos. Caminamos, reflexionamos, actuamos, acordamos y disentimos. Y también abrimos caminos, porque aún no llegamos al punto que soñamos otras y nosotras: ese en el que todas las mujeres gocen de todos los derechos todo el tiempo.
*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género. Apreciaría sus comentarios: [email protected]