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CONTRAFILO

IMPULSO/ José García Segura

Columnista político

AMIGUIS

El presidente Andrés Manuel López Obrador dio un paseo por Palacio Nacional a su opositor, el gobernador emecista (MC) de Jalisco, Enrique Alfaro.

Nunca lo acercó a la histórica silla presidencial que hace un siglo rechazara el Caudillo del Sur, Emiliano Zapata porque estaría embrujada.

Recientemente López Obrador reveló que antes de ocupar la silla de mando ordenó una limpia, no vaya a ser…

El morenista aprovechó el tour para mostrarle al jalisciense cada rincón del edificio sede del Poder Ejecutivo Federal; poder respaldado, claro, por el Congreso de la Unión y de alguna manera, por la Suprema Corte de Justicia.

El gobernador Alfaro agradeció las atenciones del anfitrión:

“No todos los días el presidente te acompaña a conocer Palacio Nacional”.

Atrás había quedado el distanciamiento iniciado en 2012, cuando el de Jalisco perdió la gubernatura ante el priista Aristóteles Sandoval y el tabasqueño era derrotado por su antecesor, Enrique Peña Nieto.

En diversas ocasiones López Obrador lo había acusado de traidor, farsante y de ser amigo de Carlos Salinas: “Yo no tengo ninguna confianza en Enrique Alfaro”.

Hasta este 14 de febrero, día del amor y la amistad, Alfaro había sido uno de los principales opositores a reformista, al lado de su homólogo de Michoacán, Silvano Aureoles quienes rechazan a los mini gobernadores, también llamados Coordinadores de programas de desarrollo; están en contra del perdón a corruptos y cuestionan el desabasto de gasolina que por cierto afectó a decenas de municipios en ambas entidades.

La reunión Alfaro-López Obrador en la Ciudad de México fue para “trabajar por Jalisco” (líneas 3 y 4 del Tren Ligero de Guadalajara, proyecto Presa del Purgatorio, proyectos metropolitanos, libramiento de Puerto Vallarta…).

Enrique Alfaro escribió: “el presidente de México me trató con una gran amabilidad, estoy agradecido por el tiempo que me ofreció, incluso me acompañó a conocer áreas de Palacio Nacional que no conocía”.

“le agradezco mucho el trato que tuvo conmigo”.

A Enrique Alfaro se le olvidaron los problemas que aquejan a la entidad que gobierna, mayormente la inseguridad.

En el pueblo donde yo nací dicen que cae más pronto un hablador que un cojo.

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