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COMENTERIO A TIEMPO LA LITERATURA PARA ENFRENTAR EL CONFINAMIENTO

Por Teodoro Rentería Arróyave

Para martes 12 de enero de 2021

Al querido y culto colega, licenciado Fernando Irala Burgos, quien 23 de diciembre del año próximo pasado, me hizo la siguiente erudita aclaración: “Querido Teodoro, aunque a García Márquez le descubrieron varios ‘fusiles’ creo que éste no lo consumó. Esa cita es de El Libro Rojo, de Carl G. Jung. Un abrazo. Se refería al diálogo del Capitán y el niño.

Toda la humanidad esta enfrentando, vale el gerundio, la terrible pandemia del covid19, que no cesa, por el contrario los rebrotes continúan presentándose y con nuevas cepas, sobre todo en los países del llamado primer mundo, para ser precisos en Europa, y ahora con el terrible invierno que están sufriendo las naciones del antiguo Continente se trastoca o retrasa hasta la logística de la aplicación de vacuna.

No pocos amigos, entre ellos en forma particular los colegas, el periodista es “pata de perro” por naturaleza, se desaniman y conversan con el autor de la desesperación, la desesperanza y la exasperación que les causa el confinamiento.

Trato de estimularlos, en forma humilde me pongo como ejemplo, el próximo 19 cumpliré 10 meses de estar enjaulado. Les dijo que no salgo ni a la banqueta, no traspongo la reja; en casa todos los días me arreglo, nada de no rasurarse o quedarme en pijama, trabajo como siempre, camino dos kilómetros diarios y práctico otros ejercicios de salón.

He leído como nunca, mucho de lo que tenía pendiente; parar evitar el cansancio o el aburrimiento voy consumiendo 5 libros a la vez. Por quinta ocasión, como fiel cervantino, estoy leyendo el “Don Quijote de la Mancha”, un capítulo, son cortos y suculentos, ahora con la ayuda de al IPhone, es una maravilla de consulta, si se te atora una palabra ya no tienes que abrir el diccionario de tu preferencia.

Como el diálogo del Capitán y el niño, del Libro Rojo de Carl G. Jung es un valioso pedazo literario que nos puede servir para sobrellevar el confinamiento obligado, lo reproduzco sintetizado nuevamente.       

“-Capitán, el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto.

-Qué te inquieta, chico? ¿No tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?

-No es eso, Capitán. No soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar mi familia.

-¿Y si te dejaran bajar y estuvieras contagioso, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?

-No me lo perdonaría nunca, aún si, para mí, han inventado esta peste.

-Puede ser. ¿Pero si no fuese así?

-Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán, me han privado de algo.

-Prívate tú de algo más.

-Me estáis tomando el pelo?

-En absoluto. Si te privas de algo sin responder de manera adecuada, has perdido.

-Entonces, según Usted, si me quitan algo, ¿para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?

-Así es. Lo hice en la cuarentena hace 7 años.

-¿Y que es lo que os quitaste?”

-Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses que llevaba esperando llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. En Port April nos prohibieron bajar. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a reaccionar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica. Sabía que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás. Reflexioné sobre aquellos que tienen muchas privaciones cada día de su miserable vida y decidí vencer. Empecé con el alimento. Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se sobrecargase mi cuerpo. Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido el hombre en salir.

El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles. Me impuse leer al menos una página cada día de un tema que no conocía. Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco. Un viejo hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza. La tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias a una cualquiera entidad por no haberme dado como destino privaciones serias durante toda mi vida.

-¿Cómo acabó, Capitán?

-Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.

-¿Os privaron de la primavera, entonces?

-Sí, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente. Me había llevado la primavera dentro de mí y nadie nunca más habría podido quitármela.”

La enciclopedia nos dice “Tras su ruptura con Sigmund Freud, el psiquiatra Carl Gustav Jung entró en una profunda depresión que le provocó brotes psicóticos en los que experimentó intensas alucinaciones, algunas de las cuales consideró trágicas premoniciones. Lejos de amedrentarse ante esa inestable situación mental, Jung decidió dejar de pensar y ‘abandonarse conscientemente a los impulsos del inconsciente’, hasta averiguar cuál era la razón por la que se le había mostrado esa nueva realidad. La experiencia, además de alimentar las investigaciones posteriores del suizo y sentar las bases de sus principales teorías de la psicología analítica, dio lugar a uno de los libros más bellos jamás creados: ‘El Libro Rojo”, así lo describe Eduardo Bravo en Yorokobu”.

Gracias Fernando Irala Burgos, al contrario de lo que Kempis le hizo al enorme poeta nayarita Amado Nervo, que bien me hiciste, ya empecé a leer el “Libro Rojo”. MAGNÍFICA LA LITERATURA PARA ENFRENTAR EL CONFINAMIENTO.