Por Teodoro Rentería Arróyave
Los errores judiciales comprueban lo irracional de la pena de muerte
Siempre hemos pertenecido a ese creciente conglomerado mundial que lucha desde sus propias trincheras, muchas de ellas modestas, por la supresión universal de la pena de muerte. Existe un principio irrefutable: No se puede combatir un crimen con otro crimen, un homicidio con otro homicidio. Nadie tiene derecho a quitar la vida a un semejante, aunque se base en “leyes”, porque las mismas traen consigo el bagaje de la barbarie ancestral.
Una historia de la vida real, dura y terrible, que nos da a conocer la plataforma PERIODISTASenespañol.com nos demuestra que los errores judiciales comprueban lo irracional, lo insensato, lo extraviado y la brutalidad de la pena de muerte. Deberíamos de referirnos a esos casos terribles donde seres humanos fueron privados de su vida y tiempo después de conoció de su inocencia.
Esto lo mencionamos como un argumento más y la misma historia a la que nos vamos referir, sin restar ni un ápice al principio mencionado de que nadie tiene derecho de segar una vida así se trate del peor criminal.
La Plataforma nos relata la historia de la destacada colega Mercedes Arancibia, titulada precisamente, “Errores judiciales”. Es el caso que una joven de 18 años que fue violada en un túnel cercano a la Universidad de Syracusa del estado de Nueva York y que con del paso tiempo se convirtió en la conocida escritora Alice Sebold, tuvo que pedir perdón público al hombre que condenaron “por violarla” y cancelar la película que se iba a realizar de su odisea.
“En 1982, Anthony Broadwater -nos relata Mercedes-, un joven negro de veintidós años, fue condenado por la violación de Alice Sebold, que tuvo lugar en un túnel cerca de la Universidad de Syracusa, en el estado de Nueva York.
Es la historia de un error judicial que ha durado cerca de cuarenta años durante los cuales un hombre ha estado condenado, equivocadamente, por violación.
Años después, la joven escribió un libro, contando el drama, que tituló «Lucky» (afortunada), porque uno de los policías que participaron en la investigación le dijo que había “tenido suerte”, ya que poco antes habían asesinado muy cerca a otra mujer. El libro –publicado en 1999 y del que vendió más de un millón de ejemplares- supuso el lanzamiento de la carrera de Alice Sebold como escritora,
En 2020, la plataforma Netflix anunció que quería convertir “Lucky” en película, con la actriz Victoria Pedretti en el papal de la joven violada, dirigida por Karen Moncrieff, quien sugirió que papel del violador lo interpretara un actor blanco para evitar reproducir los estereotipos del cine de Hollywood.
Mientras discutían los pormenores, el productor Timothy Mucciante, al leer el libro descubrió en él una serie de incoherencias relativas a la personalidad del condenado; contrató un detective y descubrió que Anthony Broadwater no era el sospechoso que la víctima había identificado, y que nunca se habían efectuado algunos análisis (entre otros uno capilar) que habían servido para condenarle.
Broadwater, quien se encuentra en libertad desde 1998, siempre se ha declarado inocente y este 22 de noviembre de 2021 un tribunal de Nueva York ha reconocido formalmente el error, y ha anulado la condena: “Le han arruinado la vida ha declarado uno de los abogados de su defensa. En otros estados de la Unión Americana la violación se castiga con la pena de muerte. Ni en esos casos, ni en este se vale el “Usted disculpe”. No cabe la menor duda: LOS ERRORES JUDICIALES COMPRUEBAN LO IRRACIONAL DE LA PENA DE MUERTE.