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COMENTARIO A TIEMPO

IMPULSO/ TeodoroRentería Arróyave
LA MENDICIDAD DISFRAZADA
En un mundo convulso y en nuestro México, en que no acertamos a lograr bajar los índices dolorosos que provoca la delincuencia, es cuando se hace más necesario desear, como es costumbre en las épocas decembrinas, con toda la fuerza del espíritu y del alma todo género de felicidades en esta navidades, en el inminente 2020 y siempre, a todos ustedes respetados lectores y radioescuchas así como a sus queridas familias.Amen.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD, SAN MIGUEL DE ALLENDE, CUANAJUATO. Desde hace muchas décadas nos hemos referido a la que hemos llamado o calificado como “la mendicidad disfrazada”, que fue el resultado de un trabajo periodístico que se nos ordenó realizar en la Alameda Central del Distrito Federal, hoy Ciudad de México, sobre el ambiente navideño, es decir, nos pedían una crónica del entorno festivo de fin y principios de años.

Nos llamó la atención la proliferación de mendigos, pero sobre todo de ancianos y niños pidiendo limosna, nos bastaron algunas horas de observación para comprobar que detrás de los pedigüeños había todo un enjambre de explotadores que los manipulaban.

Nos adentramos en el fenómeno social y pudimos comprobar que los mendaces abusadores eran precisamente los padres y los hijos, respectivamente, además de otros parientes o de plano sujetos criminales que han hecho de la explotación de la pobreza toda una industria.

Un reportaje publicado en el diario “El Universal” en su edición de este domingo, sobre una abuelita de 92 años que fue explotada durante más de 10 años, seguramente por sus familiares, hasta que murió a consecuencia de que fue atropellada por un automóvil, me recordó lo trabajado para nuevamente abordarlo y actualizarlo.

La colega reportera Laura Jiménez, la califica de “mendicidad forzada” y desde luego que tiene razón, el problema radica en que las autoridades jamás se han preocupado por erradicar este inicuo negocio; mientras en otros países la mendicidad está prohibida, en nuestro país prolifera y desde hace tiempo en forma descarada.

Padres y parientes ya no se esconden tras las esquinas o los arbustos, cargan a los bebes para despertar la conmiseración o los sentimientos de pena por el “sufrimiento ajeno” o de plano permanecen en los camellones mientras a los niños y a los viejecitos los exponen al tránsito vehicular con esta explotación criminal.

Evitemos la limosna pública, que sobre todo se nos da en estas épocas navideños. Comprendamos que así no se ayuda al prójimo, se contribuye a que proliferen estos abusadores de la peor ralea, quienes se aprovechan de los sentimientos para explotar a infantes y senectos. Recuerden, es la “mendicidad disfrazada” o la “mendicidad forzada”, que debiera catigarse con cárcel.