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COMENTARIO A TIEMPO

LOS CONTENIDOS Y LA DIFAMACIÓN

IMPULSO/Teodoro Rentería Arróyave

Para miércoles 16 de enero de 2018

Defensores a ultranza de las libertades de prensa y expresión, preservaremos siempre el derecho de toda persona a expresarse.

Es más, inclusive la difamación la dejamos pasar, porque en este mundo o mundillo, como quieran, de la comunicación todos nos conocemos y por tanto “no nos podemos leer la buena ventura”.

Sí personalizo, ya que en discusiones en redes sociales en las que no participo ha salido a colación mi nombre, con señalamientos infamantes; en verdad qué flojera ponerme a aclarar tales exabruptos. Repito, en este nuestro mundo todos nos conocemos más de los que muchos quisieran.

Este tema me da pie para entresacar algunas sensatas por inteligentes líneas de una de las columnas del respetado e inteligente colega Federico Arreola, el creador del portal SDPnoticias.com.

No toco a quien va dedicada la columna, sólo la parte vertebral para que normemos criterio sobre los ataques sistemáticos y bien construidos contra el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno.

Empieza por decir que todas las encuestas publicadas, destacadamente la del diario Reforma, aseguran que la sociedad apoya a López Obrador en el combate al huachicol y que está dispuesta a pagar el costo de hacer fila en las gasolineras.

“El tráfico de drogas ilegales –explica-, es una actividad (obviamente) ilegal que económicamente daña a la nación en la medida en que representa un enorme comercio informal que no paga —no tiene posibilidades de pagar— impuestos”.

El comercio de drogas ilegales es, al mismo tiempo, una actividad legalizable y, en algunos países —cada vez más— en proceso de legalización, lo que le llevará poco a poco a la economía formal en la que, como todas las otras actividades productivas privadas, tendrá que aportar religiosamente sus contribuciones fiscales.

El huachicoleo o robo de gasolina es una actividad ilegal que no puede ser legalizada —atentaría contra los principios elementales de la convivencia social— y que daña a la economía de México en dos vías: roba recursos públicos (los combustibles producidos o comprados por el gobierno de México pertenecen a la nación antes de venderse a particulares) y no paga impuestos cuando negocia en el comercio informal la gasolina, el diesel y la turbosina que ha robado.

Combatir al narco a sangre y fuego, como se ha demostrado en México en los pasados 12 años, no es algo que dé resultados positivos porque sus redes mafiosas están en todos los rincones del país y representan, además, el modo de vida de cientos de miles de personas que por falta de opciones en la economía formal y, también, por el abandono de los programas sociales del gobierno, se han visto en la necesidad de aceptar participar en esa actividad ilegal.

El nuevo gobierno aprendió la lección de dos sexenios que fracasaron en la lucha contra el narco y, sin descuidar el tema policiaco —aun fortaleciéndolo—, decidió poner el acento en los programas sociales para alejar, sobre todo a los jóvenes, de la tentación de ir a la mafia de las drogas.

En cuanto al huachicol, que nadie combatió con seriedad en sexenios anteriores, la administración del presidente López Obrador decidió empezar a acabarlo por la vía de cerrar las fuentes de gasolina de las que abrevan los huachicoleros y que han estado abiertas para que estos roben todo el combustible que quieran con la complicidad de altos funcionarios públicos.

Al cambiar López Obrador el esquema de distribución, el robo de gasolina disminuyó notablemente. Esta es la verdad.

El problema, para la sociedad mexicana, es que la mencionada estrategia, que funciona para evitar el robo de combustibles, ha generado desabasto en algunas ciudades, incluyendo la capital de país, lo que se ha agravado por sabotajes obviamente planeados, financiados y ejecutados por las mafias huachicoleras.

Los comentócratas insisten en sembrar pánico. Pero la gente no los sigue. Ya no. ¿No deberían los empresarios de medios reflexionar sobre la pérdida de credibilidad?”

Hasta aquí lo que entresaco de Federico Arreola. Sólo un apunte, cuando López Obrador afirmó que su política de hidrocarburos iba a ser pareida a la histórica del presidente Lázaro Cárdenas del Río, muy pocos tomaron en cuenta la declaración y menos la dimensionaron. Ahora estamos en la certeza de la gran tarea que se ha echado a cuestas: acabar con la corrupción, con el robo descarado de una delincuencia que desde luego teje desde dentro. No a la difamación, los resultados le darán la razón al mandatario Andrés Manuel.