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Reencuentro de vida
Teodoro Rentería Arróyave

Esta entrega fue escrita el pasado jueves 11, al término de una tertulia comida con el eminente, exquisito, espiritual y naturista escultor, pintor y dibujante jalisciense Víctor Manuel Contreras en su casona de ésta su amada capital de la eterna primavera, cuyo símbolo es la obra monumental “La Paloma de la Paz”, de su autoría.

Sin equívoco alguno, éste fue un reencuentro de vida por varias razones, después de que el maestro Contreras nos hizo la invitación a través del hijo colega Teodoro Raúl Rentería Villa, la misma fue pospuesta varias veces, incluso por una delicada operación al maestro, seguramente porque su corazón es tan grande que tiende a salir de su cuerpo para entregarlo a la humanidad.

Los días finales del año próximo pasado y los primeros del naciente 2018, los pasamos en familia en la capital del estado de Morelos. Por esos secretos de la mente tan insondables, me vinieron recuerdos de visitas realizadas hace 40 años.

Esos recuerdos, también por los mismos misterios, se hicieron presentes en sueños. Fue imposible la reserva y lo platique a Silvia, mi amor, y al hijo: “Me encontraba en diferentes ocasiones en una casona de piedra que se conjugaba con la exuberancia de la flora de esta envidiable región”.

Al fin se cumplió la cita, primero, el portón de madera de la casona, que engarza relieves de bronce y fierro forjado, se abre a un pequeño pasillo, que, por las obras en paredes y sobre una pequeña mesa, adivinas que es la morada de un gran artista.

Unas escaleras de madera te llevan a una especie de escenario donde se aloja un piano, es como entrar a un teatro a través de las bambalinas, bajas del mismo por los enormes escalones, ocho o diez, para llegar al otro escenario, este majestuoso y soberbio por sobrio en su elegancia. ¡Es la estancia de mis recuerdos y sueños!

Al tratar de hacer memoria, creía que esa casona era la de los ilustres hermanos Gutierre y Carletto Tibón, el primero autor de la fallida teoría de que México quiere decir “el ombligo de la luna” que desde un principio fue rechazada y mi compadre colega y mexicanista, José Antonio Rosales, la canceló para siempre al descubrir el glifo que indica que “México es el lugar de los mexicanos”.

Sin dejar de reconocer las valiosas aportaciones de Gutierre, quien fue director de los primeros dos tomos de la Enciclopedia de México, obra magna de otro gran jalisciense, José Rogelio Álvarez.

La incógnita incoada por cuatro décadas se despejó para siempre, al abrirnos las puertas de su casa el maestro Víctor Manuel Contreras, después de los saludos, expresé emocionado: ‘Yo ya estuve en esta casa’.

Fue en ocasión de mi pecadillo de juventud, cuando acepté ser director de Divulgación Presidencial; tiempos que nos llevaron a Cuernavaca y a la casa del autor de la “Paloma de la Paz”, también conocida como la “Escultura de la Paz”.

El autor describe así su obra: “Cuando tú llegas a Cuernavaca, la palomita se abre de alas, para acogerte en su seno. Y cuando te vas, es una gran semilla. Esto quiere decir que fecunda la paz en tu corazón; y en ese vuelo tan efímero que es la existencia, haces llegar esa paz a los demás. Así como para mí fue Cuernavaca al llegar, y lo sigue siendo”.

El entonces presidente, José López Portillo y Pacheco, expresó al conocer la obra del maestro Víctor Manuel Contreras: “Qué espiritualidad. ¡Cuánta belleza en tanta sencillez!”. Fue sin duda un reencuentro de vida.

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