IMPULSO/ Teodoro Rentería Arróyave
Ernesto Vera, compañero por siempre
Ernesto Vera Méndez quien emprendió el viaje al éter eterno hace un año, para ser precisos el domingo 10 de enero de 2016, fue un personaje singular en el que se conjuntaban el periodista certero y analítico, el revolucionario comprometido y el amigo sincero, tal y como lo describía el gran héroe José Martí.
A Ernesto Vera tuvimos la oportunidad de disfrutarlo plenamente, puesto que con nuestras compañeras, Fifi y Silvia, vivimos también esas tardes de charla en el balcón de su vivienda en la Habana alrededor de una mesa de Pátzcuaro, que bien apreciaba.
Es deber dejar constancia de que esta apreciadísima hermandad se la debemos a nuestra aglutinante y querida Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP, Ernesto Vera se fue, o mejor dicho, es será siempre su Presidente de Honor.
Juan Carlos Camaño, presidente de nuestro ente continental, lo recuerda con la siguiente oración, más que fúnebre, cívica, para resaltar el legado que hereda a estas y a las venideras generaciones. Su título lo reproducimos en el de esta propia entrega:
Vera sabía llegar antes a todas las citas para hablar de Cuba, de Martí, de Fidel, de las luchas emancipadoras de nuestros pueblos, de periodismo, de la globalización y del pasado, el presente y el futuro, en homenaje permanente a la continuidad histórica.
Después del café -que disfrutáramos en la galería exterior del Costillar de Rocinante, hotel de la Unión de Periodista de Cuba, UPEC- o en su casa, un lugar fraternal y acogedor, Vera, el querido y respetado Ernesto Vera, no dejaba ningún tema en suspenso, discutía con pasión, sugiriendo líneas de acción e invitando a pensar y repensar.
La Revolución Cubana lo tuvo entre sus hacedores desde el comienzo, en las buenas y en las malas, en los momentos de auge y cuando arreciaban las adversidades, haciéndose cargo cada día de la tarea de construir, cuidar y potenciar esa extraordinaria obra que el pueblo cubano, con Fidel en lo más alto, sembró como ejemplo de lucha por la independencia, la soberanía y el triunfo de los explotados sobre los explotadores.
Ernesto fue artífice -con su sabiduría, su ética, su dignidad, sus enseñanzas y su esfuerzo físico en sus últimos años de vida-, de semejante construcción ideológica, política y social en Cuba, prolongada en solidaridades internacionalistas a otros pueblos, otros continentes. Soldado, militante, trabajador incansable en jornadas sin horarios y muchas veces sin descanso. Ernesto, ejemplo, vivió como pensaba.
Daba clases en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Cientos de jóvenes -y no tan jóvenes-, provenientes de casi todos los países de Latinoamérica y el Caribe, de África, de Asia, de Estados Unidos, de Europa, aprendieron a admirarlo y se formaron en el ejercicio del periodismo entendiendo el significado del contexto y la dialéctica. Muchas y muchos jóvenes vivieron con Ernesto Vera la experiencia de entrar en contradicción con las “recetas” filosóficas, políticas, económicas e ideológicas propias de las enseñanzas derivadas del “sentido común” dominante.
En México, donde vivió algunos años junto a su compañera Fifi, dirigió el Centro Regional de la Organización Internacional de Periodistas, OIP, y en su vivienda, convertida en escenario de debates políticos y punto de encuentros organizativos, mujeres y hombres de distintos lugares del mundo renovaban, una y otra vez, sus compromisos en defensa de la humanidad y de los explotados. Periodistas, historiadores, escritores, sindicalistas, artistas, compartieron horas de fructíferas discusiones que promovieron y apuntalaron la unidad y la acción de no pocos luchadores durante décadas.
A un año de su muerte, sus propias palabras nos lo recuerdan: ‘La crisis ética generada por la genocida política neoliberal mundializada alcanza gravedad mayor en el campo de las ideas. Ernesto fue artífice de semejante construcción ideológica, política y social en Cuba, prolongada en solidaridades internacionalistas a otros pueblos.