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COMENTARIO A TIEMPO

LA POESIA HECHA MUJER

Por Teodoro Rentería Arróyave

Para miércoles 9 de agosto de 2023

Hagamos un paréntesis en los comentarios de los temas que nos agobian a nivel nacional y mundial, para entrar emocionados en el mundo maravilloso de las letras y la poesía, con una muy especial referencia a nuestra cófrade, Beatriz Saavedra Gastelum, participante y activista del IV Festival Internacional la Mujer en las Letras de nuestra querida Academia Nacional de Historia y Geografía ANHG, que preside la muy reconocida, abogada; Elizabeth Rembis Rubio.

El acto tuvo lugar en la sala Manuel M: Ponce del Palacio de Bellas Artes, este domingo 6, participaron, además de Beatriz, sus homólogas, Coral Bracho, Angelina Muñiz-Huberman, Silvia Lemus y Ana Clavel

Reproduzco emocionado las poesías de su autoría que leyó o declamó en el acto, y que ahora en obsequio se las ofrezco como suave arrullo de paz y de embeleso  


VIGÍA DE ASTRO: Estoy vencida, desconocidamente verdadera.

Frente a lo que odiamos luce el artificio.

Línea diminuta que acorrala los seres en piedra.

Vuelvo a lo divino perpleja al cosmos que nada sabe lo terrible del pensamiento.

Antes de la pequeña metafísica salvo al mundo y me voy.


Yo soy la luz.

Si existe yo existo, y sin embargo padezco de la energía necesaria, del cierto orden que crea el azar en el espacio.


La ética del hombre es el misterio de la nada.

Sobre el cristal inusitado el humo se obstina en darme forma en interior reverso de un extraño himno.

Mi creación enciende el reflejo de la llama para beber del sol sobre su pecho.


PASADO PROPIO


Soy esos otros, la médula y la sangre, ese otro aire que el viento no mueve, lo que sucede ulterior a la agonía, los diez pies de la materia, el invierno épico en las noches de la literatura.


Esos, los propios y otros, unidos a los mismos misterios, a los íntimos dones que confunden a las criaturas.


Soy las rayas del tigre, el instante del sueño o la vigilia, la metáfora que se agrega a la historia, antigua estirpe de testaruda tierra.


Todo casi todo alimenta mis patios, el linaje caudaloso de mi estampa que sueña a ser quijote sobre su caballo consumido.


Soy la confusión en los efectos y las causas, la constancia de Paris por poseer a Helena de Esparta, la mirada en el asombro, el antiguo sentir del tiempo que no se entrega al silencioso, abandono la implacable espada que retumba en la medida del alba.


Soy la voz del ave en la cumbre, la música perenne detrás del mito, detrás de la Máscara leve del aliento altivo o dominante.


Me veo aquí entre otras latitudes, descifrando el enigma mágico frente a los desfiladeros, pero no caigo en la batalla como otros caen sobre el mármol.


Me alimento de los dones de la incuria, de la naturaleza indolente como alborada de mi sombra mientras mi palabra calla la serenidad del símbolo en las cosas quietas con el rostro condenado ante los otros.


Justifico mi ceguera involuntaria en la fanática epopeya del sueño.

No en mí, eterna hora al descubrimiento.

Soy yo la quimérica celada, la retórica y la magia, el horror del sueño en sus endosas soledades.

La mujer que fui antes no tiene anverso, ulterior a los mares profanó su forma luminosa en paredes blancas.


Siempre soy esos otros, los desiertos que se advierten apresuran o aprietan, la verdadera, la primera hoja disciplinada y poderosa, a precisión del paso cuando apresura el largo dictamen del viajero, la costumbre cometiendo el acto irrevocable en agua suelta la espada tenaz que corta y sangra, la desoyes, los nombres del destierro que aún no se han dicho porque traza la luz el aire mientras Penélope espera, espera concibiendo la aurora junto a mí, la promesa de un patio interminable, teje ella y tejo yo mis causas, la seguridad de mi llanura que me hace voz entre caminos, entre alambres y casas, aguardamos la noche, la luz blanca en rebeldía mientras Odiseo desgarra nuestro patio, desbarata la fracción de tiempo en que esperamos.


Cada alborada es un puerto, cada atardecer es un misterio, una constelación de imprecisiones que ve pasar el primer rio, el primer rio y su cauce que nunca vuelve.

Heráclito descifra el encanto luminoso donde el tiempo persiste, persistimos nosotros como un asombro de aves en la misma lucha cotidiana para fraguar el sueño, el mismo sueño endurecido de la sangre por la confusión o el miedo tras la montaña geográfica que no da sombra.


Absolutoria o temeraria, por atrevimiento o azar en concepciones, soy hoy toda la tierra, todo el porvenir, la fortuna y el sueño final de la batalla.

Así es querida Beatriz, eres batalla y porvenir. LA POESÍA HECHA MUJER. [email protected]