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Ciudad de México
Discusiones callejeras, alegatos a favor o en contra, carteles y preparativos para la firma de un histórico convenio entre las FARC y el gobierno tomaron por asalto el domingo a Cartagena, sede de la ceremonia de lo que podría convertirse en el principio del fin de 50 años de la guerra entre las partes.
Como una suerte de muestrario de las expectativas de todos los colombianos, esta ciudad costeña del Caribe se prepara para las actividades en las cuales el presidente Juan Manuel Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) “Timochenko” —cuyo nombre legal es Rodrigo Londoño_, estamparán el lunes su rúbrica en un plan de paz negociado durante casi cuatro años en Cuba.
“La firma con la guerrilla es el tema del momento. He vivido la guerra”, dijo el comerciante Pedro Puchi, de 69 años, quien residió en Córdoba, una de las principales zonas de conflicto. “No quiero más”, le añadió a la periodista cuyo taxi, ambientado con música de vallenato, esquivaba ambulancias y militares armados que se incrementaron en la víspera de la llegada de decenas de personalidades.
En un puestecito callejero que igual ofrece tejidos tradicionales que ropa china en la barriada de Getsemaní, la vendedora Marina Pedraza explicó por qué está a favor del acuerdo. “Tal vez no sea el fin de la guerra en lo inmediato o de toda la violencia, pero puede ser el inicio de un camino de armonía y el perdón entre los colombianos. No podemos seguir en esta sociedad de odios”.
La firma del documento abrirá paso a un plebiscito el domingo 2 de octubre en el cual los colombianos votarán por si respaldan o no el acuerdo y los diálogos desarrollados entre los representantes de Santos y de las FARC.
Las encuestas dicen que la mayoría está a favor de la firma y de que las FARC dejen las armas para convertirse en un partido político, pero no faltan las expresiones de desacuerdo con la solución alcanzada.
“Quiero que ellos (las FARC) paguen todo el mal que han hecho”, dijo casi a los gritos María Letvan, quien circulaba con su hijo en un auto rojo por las calles del barrio residencial Manga, con un cartel pegado en el vidrio trasero en el cual se leía: “Yo voto NO”.
Mientras para el ama de casa Martha Araujo su desacuerdo con la firma se centran en que el gobierno se comprometió a dar un subsidio —inferior a un salario mínimo— a los rebeldes. “Se hará con los impuestos de los colombianos. Deberían ofrecerles un trabajo”.
En un centro comercial colindante con el colonial Castillo de San Felipe se instaló una manta de varios metros que reza: “Voto NO al plebiscito para que haya paz verdadera. Para que los responsables de atrocidades no participen en política”. Y metros más allá, otra pancarta en una esquina que muestra dos manos dibujadas como las alas de una paloma expresó: “La Paz, Va!”
Las últimas encuestas indican que un 54% de los colombianos le dio su voto al “sí” a favor del acuerdo en su intención para el plebiscito frente a un 34% para el “no”. El 12% de los consultados desconocía el tema o se abstuvo de responder, según cifras publicadas por la emisora Caracol Radio en base a un estudio realizado por la firma Cifras y Conceptos, la semana pasada.
Para que sea refrendado se necesitan poco más de 4,5 millones de votos de los 35 millones de ciudadanos aptos para sufragar.
A lo largo de estos años de diálogos en La Habana, la principal oposición a un acuerdo con la guerrilla se desarrolló entre los sectores cercanos al expresidente Alvaro Uribe, quien en varias ocasiones consideró que la única solución era la mano dura contra los rebeldes.
Iniciadas a finales de 2012 en Cuba, y con los auspicios de Noruega, Chile y Venezuela, las conversaciones entre las partes se realizaron en base a una agenda de seis puntos que fue sumando acuerdos parciales entre ellos los problemas de la tierra, el combate al narcotráfico, la participación política de las FARC y los movimientos sociales y el resarcimiento a las víctimas.
A finales de agosto las partes anunciaron en Cuba que la Mesa de diálogo había llegado a un acuerdo -el que será firmado este lunes-, mientras se avanzó en un cese al fuego bilateral.
Pese a los esfuerzos de las FARC y el gobierno colombiano, la reconciliación entre los habitantes parece compleja tras un enfrentamiento que dejó más de 220.000 muertos, miles de desaparecidos y millones de campesinos desplazados a las ciudades desde que se iniciaron las hostilidades en 1964.
Entre los puntos del acuerdo se contempla que el partido que surja de las FARC participará en los próximos comicios para tener representación en el Legislativo y el funcionamiento un grupo de zonas a los cuales arribarán de manera transitoria los guerrilleros mientras se realiza el proceso de abandono de las armas.
Asimismo se estableció que la recolección y almacenamiento del armamento en poder de las FARC se desarrollará en tres fases a los 90, 120 y 150 días de la firma de la paz, entre otros puntos.
En los últimos 15 años el ejército colombiano, apoyado por el gobierno de Estados Unidos, desató una ofensiva que diezmó las tropas del movimiento insurgente y provocó el repliegue de sus combatientes sin lograr derrotarlos, lo que puso a las partes en la necesidad de sentarse en una mesa de diálogo o de lo contrario el conflicto amenazaba con continuar indefinidamente.
Cuando se firme el acuerdo final el lunes, se extinguiría el movimiento armado más antiguo de América Latina. Actualmente el gobierno también adelanta conversaciones hacia la paz con el otro grupo guerrillero más pequeño, el Ejército de Liberación Nacional. (El Economista)