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Esperanza Iris tenía ojos traviesos, para algunos, su personalidad era festiva, cálida y apasionada, para otros, era terca y aguerrida; los cronistas cubanos de su tiempo la consideraban una reina.
Un día antes del estreno de su teatro, el 25 de mayo de 1918, la diva de la ópera estaba nerviosa y no podía dormir, los ruidos, el timbre de los teléfonos, todo la aturdía. Estaba preocupada y reflexionaba acerca de su deseo: “dejar un monumento, aunque fuera humilde, al arte nacional”.
Esa noche anterior a la inauguración majestuosa del Gran Teatro Esperanza Iris, a la que acudió el presidente de la República, Venustiano Carranza, la cantante concedió 10 minutos de entrevista a María Luisa Ross, periodista de “EL Universal Ilustrado” y narró cómo durante días visitó el lugar hasta conocerlo tanto como a sí misma.
El libro “El Teatro de la Ciudad de México Esperanza Iris”, de Antonio Zedillo, editado por la Secretaría de Cultura, recoge diversas crónicas periodísticas de aquel día, como la de El Demócrata: “Visiblemente emocionada, Esperanza Iris bendijo a Dios por la consumación de su noble deseo, pronunciando frases cariñosas para su público mexicano y manifestando su respetuoso agradecimiento al señor Presidente, tanto por sus obsequios como por el honor de su asistencia… casi con lágrimas que preñaban sus ojos, la gentil artista terminó en un cordial abrazo a su compañera de luchas artísticas, Josefina Peral, y en la exaltación amistosa a sus colaboradores”.
De acuerdo al libro “Tiempos de ópera. Crónicas del Teatro de la Ciudad 1918-2011. Esperanza Iris”, de José Octavio Sosa, editado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México en el 2012, la cantante fue una diva que siempre anheló tener su propio teatro.
A principios del siglo XX, adquirió dos, el Arbeu en la capital del país y el segundo, el Albisu, en La Habana, Cuba. Los perdió cuando se divorció en 1913 de Miguel Gutiérrez, pero, tres años después, ya casada con el barítono Juan Palmer, descubrió que se ofrecía el Teatro Xicoténcatl, ubicado en Donceles, a un lado de la entonces Cámara de Diputados.
Era un edificio de madera que le costó sólo 224 mil pesos, Esperanza lo tiró y allí construyó su teatro, el proyecto que quedó a cargo de Federico Mariscal e Ignacio Capetillo y Servín.
“La ciudad necesitaba con urgencia un teatro a la medida de su importancia y de su tamaño, pero también eran tiempos de incertidumbre política y crisis económica, por lo que nadie estaba dispuesto a invertir la suma para levantar un recinto de esa envergadura. Nadie… más que Esperanza Iris”, escribe Luis de Pablo Hammeken en el prólogo del libro.
La inauguración que le quitó el sueño a Esperanza se selló con una cesta de rosas que Carranza le obsequió y con una postal que habría de marcar el inicio de la vida de uno de los teatros más importantes del país: aglomeraciones sobre la calle de Donceles ansiosas de presenciar en carne propia cualquiera de los espectáculos que habrían de marcar un hito en la historia de la cultura en México.
Durante la década de los 30, con la llegada de la radio y el cine a México, Esperanza adaptó su teatro a las nuevas exigencias de la audiencia y presentó burlesque y revistas musicales. Según el antropólogo Antonio Zedillo, a partir de 1953, Esperanza rentó el teatro, pero ella vivió en el pequeño departamento que construyó dentro del mismo recinto, mismo que bautizó como “mi novio ingrato” por el amor incondicional que le tenía a su coliseo.
El 8 de noviembre de 1962 falleció Esperanza Iris, la ciudad se vistió de luto, a raíz de su muerte, el recinto se deterioró y fue abandonado, hasta que el entonces Departamento del Distrito Federal lo compró a una de sus sobrinas, lo rescató y, en 1976, fue reinaugurado con la presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional, es en esta fecha cuando se cambió su nombre a Teatro de la Ciudad.
Para conmemorar el mes de aniversario, se ofrecerán tres galas centenarias y el estreno mundial de “Iris”, del compositor Héctor Infanzón.
El 25 de mayo se presentará la Orquesta Filarmónica Juvenil “Armando Zayas” de la Ciudad de México, el 26 de mayo, Tembembe Ensamble Continuo y el 27 de mayo, Tambuco, con la mezzosoprano franco-húngara Katalin Károlyi e Infanzón.
Por su escenario han desfilado los más diversos artistas de todas las expresiones artísticas y de las distintas latitudes: Marcel Marceau, Silvio Rodríguez, Miguel Bosé, Rubén Blades, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Nacha Guevara, Mario Benedetti, Daniele Finzi Pasca, Wajdi Mouawad, Beijing Dance Theater, entre muchos más. Fuente: Agencia SUN