IMPULSO/José González Morfín
Artículo
El pasado viernes, en un evento al que se le denominó “Huelga Global Climática”, más de cuatro millones de personas se manifestaron en por lo menos 150 países (México no fue la excepción), con el objeto de enviar un mensaje a los líderes mundiales que se habrán de reunir este 23 de septiembre, en la Cumbre sobre la Acción Climática, convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La Cumbre no podría ser más oportuna y necesaria. Las emisiones a nivel mundial han alcanzado límites sin precedente y pueden aumentar más. Los últimos cuatro años han sido los más calurosos de la historia; las temperaturas del Ártico han aumentado 3 grados desde 1990, lo que ha hecho que el hielo marino del Ártico esté en mínimos históricos. Los niveles del mar suben, los arrecifes de coral se están muriendo y los impactos fatales del cambio climático en la salud los podemos palpar en la contaminación del aire y las olas de calor, comenzándose a percibir riesgos para la seguridad alimentaria. Muchas ciudades, incluso algunas de países desarrollados como Australia, se encuentran en peligro de quedarse sin agua en menos de dos años.
México es uno de los países con mayor capital natural del mundo, pues aunque su territorio representa el 1% de la superficie del planeta, alberga el 10% de la biodiversidad de la Tierra. De ahí que tengamos no sólo el privilegio, sino la responsabilidad de cuidar y acrecentar nuestro capital natural.
El cambio climático es, sin duda, el desafío ambiental más importante que haya experimentado la humanidad en su historia. Es indispensable que todas las naciones asuman la parte de la responsabilidad que les corresponda a fin de enfrentar este reto. Los problemas globales demandan soluciones globales.
El cambio climático no reconoce fronteras. El momento de actuar es ahora y se requiere de una visión de largo plazo porque estamos obligados a pensar en lo que habremos de legar a las próximas generaciones.
Es muy triste ver cómo para muchos países invertir en el cuidado del medio ambiente es visto como un lujo y no como una necesidad urgente. Existen también países para los que hablar de economía verde y de salir de la crisis, son propósitos incompatibles.
Lo cierto es que el desafío consiste en crear los incentivos (o los castigos) necesarios para que los países se sumen al esfuerzo de transitar hacia una economía baja en carbono. ¿Cómo le hacemos para que todos los países entiendan que lo más costoso es no hacer nada? ¿Cómo hacerlos comprender que si no actúan ahora en contra del cambio climático, los costos económicos para las naciones serán significativamente mayores? Ojalá, por el bien de todos, la Cumbre contribuya en ese propósito.
Ya no podemos aceptar esa visión reduccionista de algunos países para los que pareciera que el cambio climático y los temas ambientales son un problema lejano y secundario. Esto no lo debemos tolerar. Es indispensable generar un mayor sentido de urgencia ante estos temas, porque sus repercusiones se están viviendo ya en todo el mundo y de su solución depende realmente el bienestar de toda la humanidad. Si queremos crecer más rápido, si queremos reducir la pobreza y la desigualdad, si queremos construir una sociedad más próspera, tenemos que cuidar nuestros recursos naturales y tomar las medidas pertinentes para enfrentar el cambio climático. Ésta es una realidad clara y presente que no admite titubeos ni dilaciones.
Hago votos porque el mayor compromiso demostrado por la sociedad en estos días y, la Cumbre convocada por la ONU, contribuyan a poner los temas ambientales en el sitio preponderante que se merecen en la agenda de cada nación.
Abogado
@jglezmorfin