Cohabitar con el Covid en el ambiente escolar
En este México de las desigualdades cohabitar con el Covid-19 no es sencillo, mucho menos en el ambiente escolar. Ahí, es donde más se han marcado las diferencias por más que se pretendan esconder. Hoy, más que nunca hay alumnos de primera y de segunda; docentes comprometidos, otros que sólo simulan y unos más que han caído en la desesperanza ante la carga que les representa enseñar en un contexto de pandemia y lo poco que aprenden sus pupilos.
En los planteles públicos de educación básica -federales y estatales de la entidad-, al regresar de las vacaciones decembrinas, los directivos fueron claros en instruir a los padres de familia que “todo debe ser presencial”, esto significa que no habrá más trabajo a distancia y, de forma escalonada o no, todos los alumnos deben acudir a clases presenciales.
Algunos directores fueron más cautelosos, por aquello de la “cuarta ola”, esperarán 15 días para decidir si se mantiene el regreso escalonado o si la totalidad del grupo acude a clases de manera simultánea. Mientras tanto, se ejerce presión para que los papás entiendan que sus hijos ya deben ir a la escuela y no se les debe atender a distancia o en clases virtuales.
Eso, no ocurre en los planteles privados. En ellos hay tolerancia, su “plus” es ofrecer a los papás la alternativa de llevar a sus hijos a la escuela o brindarles las clases a través de plataformas digitales. Si quieren los llevan, pero si no lo desean el servicio se les da en línea, sin menor problema.
Existen instituciones particulares que desde que inició el ciclo escolar, a finales de agosto de 2021, no se han presentado a ninguna clase presencial, todo es de manera virtual y con el objetivo único de proteger la salud de los estudiantes y no ponerlos en riesgo. Claro que no importa si los chicos salen a pasear, andan en fiestas o de vacaciones, a la escuela no van por protección.
Tales privilegios no se tienen en la educación pública. Esto significa que los papás que tengan para pagar servicio privado, tendrán mayor probabilidad de cuidar de la salud de sus hijos y quien no, simplemente, tendrá que adaptarse a un sistema que tiene un sinnúmero de limitaciones y donde el alumno es más vulnerable, por la falta de insumos e infraestructura para mantener los protocolos sanitarios y de sana distancia.
¿No es esta una forma de privatizar la educación?, ¿Es justo para una familia que a penas tiene lo suficiente para hacer frente a los altos costos de la canasta básica, tener la presión de llevar a sus hijos a la escuela pública, cuando los de las privadas no lo hacen?
Ése, es uno de tantos pendientes que debe resolver la Secretaría de Educación de la entidad. La labor no ha sido fácil, desde que inició la pandemia es un desafío tras otro; pero debe haber equidad y empatía, para que en nuestro estado no haya alumnos de primera y de segunda o que unos estén más protegidos de otros.
Los protocolos señalan que, si existe un caso positivo en un plantel, se bloquea el grupo, se manda con trabajo a distancia siete días en casa y después regresan a clases presenciales. No se cierra el plantel, sólo se dejará ese periodo de “cuarentena” y después todo debe seguir de manera normal.
A esa realidad nos tendremos que acostumbrar, al cohabitar con el coronavirus habrá días en que se den casos positivos, se mande a cuarentena a un grupo o a la escuela completa. La diferencia estará marcada por la calidad en los insumos y los servicios que se reciben entre unos y otros planteles, que por más que sepamos que así es, no tenemos por qué aceptarlo como normal.