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IMPULSO/ Maricela Gastelú

“Lo que hay que aprenderle al PRI”

El 2016 es un año cargado de elecciones cuyos resultados serán, en el caso del Estado de México, preámbulo para la renovación de la Gubernatura en la entidad más poblada del país, así como prueba y error para los comicios del 2018, tan importantes en el acontecer nacional.

 

En el marco de las designaciones o elecciones internas de los partidos para definir quién habrá de encabezar los proyectos por las gubernaturas, nos encontramos en un interesante escenario de matrimonios y divorcios entre los diferentes partidos políticos.

Hay estados en donde los partidos que se juraron amor eterno hace pocos años ahora no se pueden ver ni en pintura, y está el caso contrario: entidades donde se buscan las segundas nupcias para salvar el matrimonio.

Los aliados naturales son el Partido Acción Nacional y el de la Revolución Democrática porque lograron entender que, más allá de sus diferencias respecto al derecho a la vida, comparten el mismo enemigo.

Esto nos lleva a preguntarnos ¿quién es entonces el enemigo del PRI?, podemos especular y decir que el enemigo del PRI son las alianzas entre partidos, el abstencionismo, la pluralidad de ofertas políticas, los candidatos independientes, el crecimiento de “la izquierda”, las redes sociales, etcétera. Lo que es innegable es que el PRI no es su propio enemigo.

Uno de los grandes problemas de los que adolece el Partido Acción Nacional y en menor intensidad el resto de las fuerzas políticas es la falta de disciplina interna, la notoria división y los constantes golpeteos entre unos y otros equipos, eso los debilita al interior y envía un mensaje de franco derrotismo en las constitucionales.

Los ciudadanos están cansados de ver pelear a los políticos porque los primeros pagan los sueldos de los segundos y es evidente que, entre más tiempo pasan dañándose unos a otros, menos tiempo ocupan en trabajar para las labores que les fueron encomendadas por voto popular.

El PRI entiende la problemática anterior, sabe que una elección es una permanente campaña militar donde el respeto a los órdenes jerárquicos es prioritario, “el que manda, manda, aunque mande mal”.

Dentro del orden castrense, la indisciplina suele ser castigada severamente y, en el PRI, al que se subleva lo mandan a ese frío lugar metafórico conocido como “la congeladora política” o el “ostracismo”, se lo “entierra” “se lo sepulta” y se aseguran de que no resucite al tercer día, por ello, los priistas no se aventuran a “irse por la libre”, saben que estarían cavando su propia tumba.

Pero lo único y lo que realmente hay que aprenderle al PRI es su indiscutible capacidad de cerrar filas en torno a un candidato y mantener lo más lejos posible de la opinión pública y los medios de comunicación sus pugnas internas.

En resumen, el Revolucionario Institucional ha hecho varias cosas mal, pero una cosa sabe hacer bien: cerrar filas y mostrar unidad.

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