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IMPULSO/Raúl Rodríguez Cortés
Los damnificados: una bomba de tiempo

Esta semana, los capitalinos hemos visto cómo crecen y suben de tono las protestas de los damnificados por el terremoto del 19 de septiembre pasado. Aún en la calle, cincuenta días después del devastador sismo, vigilan en improvisados campamentos sus desalojados edificios cercanos al colapso y allí mismo realizan sus asambleas.
Los de la Roma-Condesa, los de Narvarte y la del Valle, los de Portales y Tlalpan, los de Coapa y Xochimilco tienden redes organizativas y empiezan a protestar de manera coordinada. Bloquean avenidas principales y en sus rostros se ve cómo crece la ira. No sé si tengan claro que no se puede culpar al Gobierno de un terremoto, lo que sí saben es que la corrupción, prohijada por la autoridad, tuvo mucho que ver con el tamaño de los daños, por eso la ira social, acompañada de una gran dosis de resentimiento.
Los damnificados levantan el puño y muestran pancartas en las que dicen “¡queremos vivienda, no más centros comerciales”! Todos se quejan del abandono del Gobierno capitalino. Otros urgen a la demolición de estructuras que ponen en peligro su entorno, pero enfrentan a golpes la negativa de quienes se han propuesto evitarla hasta tener claro cuál será el futuro de su único patrimonio. No quieren créditos, ni blandos ni duros, pues se resisten a pasar de damnificados a deudores. Exigen expropiaciones y una reconstrucción financiada con recursos públicos.
Cincuenta días después de la tragedia, no hay aún una Ley de Reconstrucción para la CDMX que marque con claridad el rumbo a seguir y la manera en que se enfrentará el reto. Aunque algunas demoliciones han iniciado, no hay señales que sugieran la vuelta a la normalidad, única manera de desactivar la “bomba de tiempo” que puede explotar con los damnificados en cualquier momento, según advirtió ayer la recién nombrada presidenta de la Comisión de los Derechos Humanos de la Ciudad de México, Nashieli Ramírez Hernández.
Un ejemplo de ese abandono se vive en la zona de Coapa, en los límites de las delegaciones Tlalpan y Coyoacán. En territorio de la primera, estuvo ubicada la escuela Enrique Rébsamen, icono de nuestra más reciente tragedia citadina. Pero esa construcción forma parte de una larga franja que corre a lo largo de la avenida Canal de Miramontes, donde edificios dañados siguen en el abandono y las numerosas plazas comerciales de la zona han sido aisladas por sus dueños, sin dar cuenta de lo que adentro ocurrió el día del sismo y de lo que ocurre en estos días. Es el caso de las tiendas Wal Mart y Suburbia, ubicadas en la esquina de Miramontes con Acoxpa, donde son sobrecogedores los daños causados por el terremoto, sin que hasta ahora nada se diga del paradero de personas que inevitablemente quedaron atrapadas allí y cuya probable muerte ni siquiera se consigna. Enfrente, por cierto, construyen una enorme plaza comercial del Grupo Carso, de profundísimas excavaciones.
Más adelante, sobre Miramontes, en dirección a Calzada de Tlalpan, está otra plaza severamente dañada, se llama Galerías Coapa y su dueño es el de Liverpool, un empresario de origen francés de 83 años llamado Maximino Michel Suberville, hombre de bajo perfil que administra las ganancias de sus tiendas, superiores a las ventas de Sears, Suburbia y el Palacio de Hierro juntos. La plaza fue cercada y aislada apenas ocurrido el sismo. Vecinos y ex empleados no creen que allí adentro el saldo haya sido blanco. Pero hay un silencio sepulcral. Solamente un aviso de la Fiscalía Desconcentrada de Tlalpan, dependiente de la PGJ, consigna en una de sus dañadas paredes que allí se sigue una investigación por homicidio culposo. Sobre la avenida Tenorios, frente a Galerías, se construye por cierto otra plaza comercial, también de profundos cimientos, es la que hace unos meses provocó un gran socavón en la zona.

DATO:
Bloquean avenidas principales y en sus rostros se ve cómo crece la ira […], la corrupción, prohijada por la autoridad, tuvo mucho que ver con el tamaño de los daños.

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