IMPULSO/ Jesús Reyes Heroles G.G.
Agend@ 2018: Educación
Durante días previos al primer sismo del siete de septiembre, se conoció que, en Oaxaca, Chiapas y Guerrero, estados conflictivos en materia de educación, las clases del ciclo 2017-2018 se habían iniciado con sorprendente normalidad. Los padres de familia llevaron a los niños a las escuelas, donde los recibieron sus maestros e iniciaron los cursos. Asimismo, se iniciaron los programas piloto del nuevo modelo educativo producto de la reforma. Poco después, esas noticias se perdieron entre los crujidos del sismo que azotó precisamente Chiapas y Oaxaca.
También han recibido poca atención mediática diversos avances en las siete “prioridades” de la reforma educativa y, sin embargo, éstos no pasan desapercibidos a la opinión pública. De acuerdo con la encuesta trimestral GEA-ISA, desde septiembre de 2014 la ciudadanía ha señalado a la educación como el principal acierto de las reformas impulsadas por el presidente Peña Nieto. El tercer trimestre de 2014, 13.4% de la población señalaba a la reforma educativa como el mayor logro de EPN, seguida por “ayudar a los pobres” (6.1%). En septiembre pasado, esa valoración se mantuvo en 13.6%, seguido por “mejorar calles y carreteras”, con 5.9%.
Desde octubre de 2015, el Gobierno ha divulgado y difundido lo que llama las siete prioridades de la reforma educativa, que pasan por el fortalecimiento de la escuela, la educación y la infraestructura, el desarrollo profesional docente, la revisión de planes y programas de estudio, acciones de equidad e inclusión, y la vinculación entre la educación y el mercado laboral, además de aspectos administrativos. Eso ha permitido que la ciudadanía asimile mejor la naturaleza y alcances de la reforma. En la mencionada encuesta, 31% de la población señala que EPN ha cumplido su objetivo de tener un sistema educativo de calidad, seguido con 18% para reducir la pobreza.
Poco a poco, el Gobierno ha respondido a varias demandas sociales muy sentidas: que los maestros dejen las calles y acudan a las aulas, que se privilegie la calidad de la educación, recurriendo, entre otros, a las tecnologías de la información, y que se enseñe bien el inglés en las escuelas. Ni más, ni menos. Otros planteamientos de la reforma educativa, que reciben la aprobación de la opinión pública son la inversión en mejorar los planteles, incluyendo sanitarios y bebederos. También, las escuelas de tiempo completo, que dan flexibilidad al horario de las madres y mejoran la alimentación de los educandos, a la vez que les permite realizar otras actividades.
A diferencia de otras reformas, la continuidad de ésta parece correr menos riesgo. Primero, los incentivos para los maestros apuntalan la permanencia del nuevo modelo educativo. Segundo, la “Estrategia para el Fortalecimiento y Transformación de las Escuelas Normales” promueve la formación de docentes con un perfil afín al nuevo modelo. Tercero, la reforma facilita y estimula un mayor involucramiento de la comunidad y de los padres de familia en la mejora continua de la gestión y enseñanza de la escuela.
Esta reforma es apenas el primer paso de un proceso que, a partir de la vigilancia de todos, deberá continuar en el futuro. Queda por precisarse y aterrizar la arquitectura del sistema de educación media superior, que sigue desdibujada, sobre todo por la poca claridad de su vinculación con las instituciones de educación superior. El sistema de evaluación vive un periodo de transición. Está pendiente que los organismos encargados de adecuar los exámenes estandarizados prueben su competencia e independencia. Un signo de la consolidación de la reforma será que la sociedad reconozca, valore y respete el nuevo sistema de evaluación educativa.
Por último, está pendiente profundizar en la definición del rol de la educación privada en el futuro inmediato, en todos y cada uno de los niveles académicos. Es explicable que la reforma se haya concentrado en la educación pública; sin embargo, preservó un sistema nacional cuya operación depende críticamente de los gobiernos federal y estatales, cuando la tendencia mundial es hacia sistemas más distribuidos, con modalidades públicas y privadas de índole muy diversa. Ésos son los principales pendientes.