IMPULSO/ José Luis de la Cruz Gallegos*
La reconstrucción de México (I)
Hoy, como hace 32 años, México se encuentra de luto, lamentablemente, los sismos acaecidos en el centro y sureste de nuestra nación, así como los huracanes y tormentas tropicales que les antecedieron, causaron una nueva herida social y económica a este gran país.
Afortunadamente, México ha encontrado en su sociedad, en sus mujeres y hombres, en sus jóvenes, en sus empresarios y en diversas organizaciones civiles, la fraternidad y el trabajo solidario necesario para enfrentar este nuevo desafío. La actual coyuntura será superada por el corazón y el temple de los mexicanos.
Como ocurrió en 1985, o en todos los eventos que han dañado al país, la sociedad civil en su conjunto está dando muestra de su capacidad de respuesta, de lo que verdaderamente está hecha.
Cientos de miles de heroínas y héroes anónimos han salido a la calle a demostrar que México puede tener un mejor destino que el impuesto por la adversidad. Incluso que lo hacen ante el pasmo de algunos liderazgos políticos, aquellos que desde la función pública o partidaria debieron ser los primeros en actuar ante lo ocurrido.
Hombro con hombro, la sociedad mexicana emprende la tarea de ayudar a quienes fueron afectados por los desastres naturales.
Se debe decir: lo hacen al lado de las instituciones que siempre se encuentran presentes para enfrentar este tipo de adversidades, como el Ejército, la Marina o la Cruz Roja. Sus integrantes se encuentran en las calles removiendo escombros o dando atención y resguardo a la población. También lo hacen junto a servidores públicos del sistema de salud y protección civil. A todos ellos se les debe reconocer su trabajo y no exponerlos al juego perverso de intereses mediáticos.
México sigue de pie gracias al esfuerzo solidario de su gente, pero también sigue a la espera de la misma capacidad de reacción y sensibilidad de la llamada clase política.
La coyuntura muestra la dificultad que nuestros políticos profesionales tienen para entender las circunstancias que vive el país para aceptar que es momento de destinar parte de los recursos financieros electorales a su reconstrucción. Sin lugar a dudas es un primer paso para disminuir el monto de financiamiento a las campañas y esperar de ellas una estrategia más eficaz, propositiva y menos onerosa para la sociedad.
Queremos saber qué van a hacer, no que nos cuenten que el adversario es peor.
La falta de sensibilidad política también se observó en la obstrucción al reparto del apoyo de víveres que se vivió en algunos estados de la República, ¿por qué impedir o intentar regular la solidaridad de los mexicanos? En algunas regiones del país aún se vive en el atraso ya no político, sino de humanidad.
En las elecciones del año entrante habrá que preguntarse sobre su forma de actuar ante la crisis, pero también tendremos que cuestionarnos por qué los mexicanos no podemos emprender con el mismo empeño la reconstrucción de nuestra economía.
Comencemos con el presupuesto de 2018. Sin lugar a dudas la inversión pública debe de incrementarse, es una necesidad ante esta contingencia. Vivienda, caminos, puentes, escuelas y hospitales son indispensables para atender los requerimientos de quienes han perdido parte o todo su patrimonio.
Además, ese gasto debe generar empleo tanto en la obra como en la proveeduría de los insumos que se requieren: lo Hecho en México debe ser parte de la reconstrucción de nuestra gran nación, para que genere bienestar y permita superar la afectación que se vive en una parte de México.
El presupuesto público y un esquema fiscal que facilite la inversión de las empresas en las zonas afectadas se deben acompañar con medidas regulatorias que eliminen la corrupción, no solo para superar este momento sino para transformar a México y llevarlo al lugar que su gente ha demostrado merece: una nación de prosperidad y fraternidad más allá de intereses de corto plazo y a prueba de catástrofes naturales.
* Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico.