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Artículo – 2018

IMPULSO/Óscar Mario Beteta
2018: pactar para gobernar

Como nunca antes, la disputa por la Presidencia de la República en 2018 será feroz. El proceso electoral que está en marcha se prevé complicado en todas sus vertientes. Los extremos en todas sus manifestaciones, sin alarmismo, no son algo que se pueda descartar. Pero son peor todavía los escenarios postelectorales que pocos han considerado, que hay que visualizar y que, en la medida de lo posible, es obligado evitar, sobre todo si entrañan cualquier expresión de violencia.
El más importante que hay que ponderar, dada la importancia de sus funciones y su duración, es el que se formará en torno del Congreso, por cuanto que en esa institución se hacen las leyes que dan vigencia al Derecho, viabilidad a las políticas públicas, y sustancia a la democracia. ¿Qué presidente, del partido que sea, podrá enviar a las Cámaras de Diputados o de Senadores alguna iniciativa de ley en perspectiva de ser aprobada sin tener mayoría que la apruebe o después de que se pierda tiempo mientras se hacen todo tipo de maniobras para lograrlo? La encuesta que coloca en empate técnico a las tres posibles alianzas (PAN-PRD-MC, PRI-PVEM-Panal, y Morena-PT) publicada ayer por EL UNIVERSAL, lejos de ser una buena noticia que hable de un proceso sano de democratización, es quizá la peor, vista hacia los meses que faltan para el relevo del poder. Si el candidato presidencial ganador es de la primera dupla, sea de origen panista, perredista o un externo, sus propuestas difícilmente pasarán.
Las otras dos coaliciones, aun siendo “antagónicas”, harán todo lo posible para obstruirlas. Si triunfa el abanderado de la tríada, ocurrirá lo mismo, con la salvedad de que el priísmo es capaz de hacer todo tipo de alianzas, de negociar al precio que sea y de formar una mayoría en cada caso. Pero la experiencia ha constatado reiteradamente que ése es un método muy pernicioso, puesto que los acuerdos en lo “oscurito”, nacidos de eventuales corruptelas, entrañan la aprobación de iniciativas antipopulares con las que se recrean muchas de las prácticas que la sociedad aborrece y que quiere cambiar. De encumbrarse Morena-AMLO, quizás se producirían las peores condiciones de conducción política. No sólo no podría tener al mayor número de congresistas aprobando sus proposiciones, sino que los tendría en contra. El resultado, en cualquier caso, sería el desorden, el caos, la toma de las tribunas, los cercos policiacos, la posibilidad de enfrentamientos y de violencia, la anarquía. A un gasto y un desgaste inimaginables, para el perdedor de siempre. Con un Congreso paralizado, incapaz de abonar en todas sus formas al andamiaje legal para el adecuado funcionamiento de las instituciones, de la sociedad y del país, éste se vería sometido a situaciones absolutamente peligrosas e indeseables.

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