IMPULSO/ Rogelio Ramírez de la O
La etapa del pragmatismo
En el mercado global, un grupo afirma que el ciclo financiero consistente en un periodo con tasas de interés muy bajas ha llegado a su fin. Otro grupo no está aún convencido. El resultado de la interacción entre ambos es la confusión sobre qué sigue y cuándo en política monetaria.
Al igual que otras áreas de política económica cuya tendencia cambió con la Gran Recesión de 2008-2009, la política monetaria ha caído en el pragmatismo, aunque los bancos centrales insistan en que siguen reglas.
Entre la política monetaria pre-crisis (hasta 2007) y la de hoy la gran transición es que pasamos de reglas simples (inflación y empleo en Estados Unidos) a una mezcla extraña de mensajes y ajustes que resultan de los datos económicos y sobre todo de la experiencia y sangre fría de los banqueros centrales, es decir, el pragmatismo puro.
Con la regla anterior, el altísimo desempleo estadounidense, que llegó a 10% en 2009, y temores fundados de deflación por pérdidas masivas en inversiones, justificó la respuesta de la Reserva Federal estadounidense para desplomar su tasa de interés. Al persistir el alto desempleo, introdujo la medida no ortodoxa de comprar valores en el mercado en cantidades masivas para apuntalar el precio de esos valores. El Banco de Inglaterra había hecho lo mismo y el Banco Central Europeo lo hizo con retraso de cinco años.
Han transcurrido ocho años con tasas de interés cerca de cero y negativas en Europa y Japón. Aunque el ciclo parece agotarse, los banqueros centrales mantienen esas tasas en Europa y Japón y en Estados Unidos sólo la han aumentado ligeramente y con cautela. No hay regla clara a seguir.
La ausencia de la regla es visible en Estados Unidos. Aun con modesto crecimiento, pero con pleno empleo, la tasa del Fed no se quedaría baja, pero aumentarla es una decisión que dependerá del pragmatismo.
Si la decisión es acertada, las tasas subirían suavemente antes de que la inflación suba, sin daño a la economía. Si no es acertada, la inflación se anticipa y los bancos centrales tendrían que subir la tasa aceleradamente. O bien, la pueden subir demasiado antes de tiempo y causar una nueva recesión. El riesgo de equivocarse para los banqueros centrales es muy alto.
Es una ironía que tanta responsabilidad recaiga en una comunidad de banqueros centrales con tanta aversión al riesgo. En Estados Unidos este grupo aplica lo mejor de su formación académica y experiencia y aun así pueden equivocarse, como sucedió a Alan Greenspan o a los banqueros legendarios que tuvieron que abandonar el patrón oro en la década de 1930.
En México mismo, donde el Banco de México desde 1995 cuidó con esmero la inflación y el cumplimiento de sus reglas, tuvimos hasta 2016 un periodo largo de tasas bajas a nivel sin precedente y negativas en términos reales. Y luego, ante el ataque contra el peso, un aumento a más del doble en un tiempo muy corto. El costo financiero de esta alza es significativo y eso tomando en cuenta que en México la economía no estaba tan expuesta como están Estados Unidos, Europa o Japón a altos niveles de crédito.
Una lección de esta crisis y transición de política monetaria es que, así como la economía no es una ciencia en el sentido de exactitud, la política monetaria está lejos de ser una práctica de reglas fijas, si el escenario cambia. El pragmatismo va a dominar en los años por venir. Mientras tanto, un sector importante del mercado está tomando cada vez mayores riesgos, al invertir en instrumentos que no resistirían el aumento de tasa. [email protected]