IMPULSO/ Carlos Sánchez/Arena Pública
Un insulto a la inteligencia
“Durante generaciones, Europa siempre ha sido el futuro”, así comienza el libro blanco sobre el porvenir de Europa, elaborado por la Comisión Europea, en el que se hace una serie de reflexiones -32 páginas- sobre qué hacer en un momento especialmente difícil para la construcción europea.
El documento recuerda que fueron Altiero Spinelli y Ernesto Rossi, dos presos políticos deportados por un régimen fascista en la isla de Ventotene durante la II Guerra Mundial, quienes comenzaron la andadura.
Su manifiesto ‘Por una Europa libre y unida’ describía un territorio en el que aliados y enemigos pactarían para que nunca se repitiesen los ‘antiguos absurdos’ de Europa.
Sesenta años después, Europa ha perdido la iniciativa. Es un bote que navega girando sobre sí mismo hacia ninguna parte. Sin una orientación clara y a merced de los acontecimientos. Probablemente, porque ha sido víctima de su propio éxito como proyecto político.
Ninguno de los padres fundadores hubiera podido pensar que seis décadas después de la firma del Tratado de Roma, sin guerras y sin hambrunas, Europa iba a constituir un espacio de libertad y de respeto a los derechos humanos. Al menos, hasta que la crisis de los refugiados ha puesto a Europa ante el espejo de sus propias vergüenzas.
Sede de la Unión Europea
Esto no es óbice, sin embargo, para que Europa siga siendo una formidable realidad. Constituye el mayor bloque comercial del mundo, posee la segunda moneda más utilizada en las transacciones internacionales, cuenta con un imponente sistema de innovación y, sobre todo, ha logrado un formidable modelo social que hace que 22 de los 32 países más igualitarios del mundo sean europeos (España ocupa el puesto 26).
Pero también Europa contará en 2030 con la población más envejecida del mundo y tiene un problema estructural (como EEUU) de productividad, lo que explica las elevadas tasas de desempleo y el débil crecimiento.
Y lo que no es menos importante: el modelo de integración hace aguas porque en los últimos años -desde luego desde el comienzo de la crisis- la semilla de la discordia ha fructificado.
Derecha e izquierda, arriba y abajo
Los nacionalismos, los populismos, la demagogia, la crisis de legitimidad de las instituciones europeas o la desconfianza en la política son hoy algo más que una amenaza. Si antes Europa se había forjado sobre un pacto entre la derecha y la izquierda, ahora esa división se ha fragmentado entre los de ‘arriba’ y los de ‘abajo’, los proteccionistas y los partidarios de la globalización; los proeuropeos y los antieuropeos…
Como se sabe, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha planteado cinco escenarios para salir del colapso: dejar las cosas como están; convertir la Unión Europea en un simple mercado único; profundizar en la integración con una Europa a varias velocidades; hacer menos Europa, pero más eficiente o pisar el acelerador y caminar directamente hacia la unión política, en línea con los países federales.