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En los últimos días, países europeos han estado en medio de la mirada pública por las obras de arte que han devuelto o se les ha exigido devolver luego que fueran robadas siglos atrás.
El último de estos casos se dio luego que Benín exigiera al museo Quai Branly que devolviera tres tótems que según el recinto de París son una “donación”. “Estatuas del reino de Dahomey, donación del general Dodds”, dice la etiqueta para describir estos tótems medio humanos, medio animales.
En realidad, estas imponentes estatuas fueron robadas en 1892 por las tropas francesas del general Alfred Amédée Dodds durante el saqueo del palacio de Abomey, la capital histórica del actual Benín.
Hace días, el Museo Etnológico de Berlín buscó poner el ejemplo en el robo sucedido en tiempos coloniales al devolver nueve obras de arte de la comunidad indígena de los Chugach, en Alaska.
Piezas de arte se exhiben en museos que no son de su país de origen. En el Weltmuseum, antes Museo de Etnología de Viena, se exhibe el llamado Penacho de Moctezuma. Este tocado compuesto por plumas verdes de quetzal, con más de 500 años de historia, preside la sala dedicada a Mesoamérica.
Según la leyenda, el Penacho era propiedad de Moctezuma Xocoyotzin, emperador azteca cuando Hernán Cortés llegó a México en 1519. Persisten las dudas sobre su verdadero origen y si el tlatoani se lo regaló a Cortés. La pieza apareció a finales del siglo XVI en la colección personal del archiduque Fernando de Tirol y ha permanecido en Austria desde entonces.
De acuerdo con El País, vivimos en una sociedad que acepta el concepto de “capitalismo artístico” luego que los museos occidentales blindan su patrimonio, y pocas veces se regresan las piezas artísticas con el pretexto que ellos cuidan mejor las obras.
En el mercado de subastas también se ha denunciado la venta de piezas de arte prehispánico, como sucedió en una venta de Drouot del año pasado. Fuente: Agencia SUN