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IMPULSO/ Ernesto Hernández Alarcón
Pasaron a nuestro lado

Como muchos analistas y seguidores del deporte de las tacleadas, los Halcones de Atlanta despertaban desconfianza para representar a la NFC en el Super Bowl LI. Pero debemos aclarar algo, de ninguna manera eran “underdogs” o un “caballo negro”.

Durante el transcurso de la temporada regular, se hablaba y discutía en distintas plataformas que hacen cobertura de esta gran liga acerca de la ofensiva que estaba labrando y desarrollando Dan Quinn de la mano de Kyle Shanahan. También sonaba (y suena) Matt Ryan como un fuerte candidato para ganar el premio al jugador más valioso de la temporada, en especial, por las estratosféricas estadísticas que acumulaba semana tras semana.

Y qué podemos decir de Julio Jones, quien cada jornada impresionaba o dejaba atónitos a espectadores por su capacidad atlética y talento inigualable que lo ubicaban como uno de los mejores receptores abiertos del circuito. A pesar de ello, los titulares y principales encabezados de los diversos medios de comunicación favorecían mucho más noticias como el resurgimiento de los Vaqueros de Dallas, la gran revelación de Dak Prescott o la impresionante campaña de Ezekiel Elliott. O bien, el regreso de los Raiders de Oakland, que se vislumbraban como favoritos para el juego grande, e inclusive la racha de los Empacadores de Green Bay y su líder Aaron Rodgers después de una caída a mitad de sesión. En fin, podríamos mencionar algunos ejemplos más, pero el punto es que estos Falcons no eran en realidad tomados en serio, se mantuvieron la mayor parte del tiempo “bajo la lupa” y considero que hay dos o tres razones de peso para tal efecto.

La principal razón era Matt Ryan, un mariscal de campo que no convencía y que cada vez parecía más un jugador sobrevalorado, en especial porque tiene uno de los contratos más caros de la NFL y ni siquiera un campeonato de conferencia disputado. Durante varios años, fue muy criticado por su tendencia a perder balones, ser interceptado o fallar en la lectura de coberturas o sencillamente por su falta de contundencia para avanzar en momentos claves de postemporada. A sus 31 años, con la presión encima del “tiempo-prime”, del dueño, de su directiva y sobre todo de sus aficionados, el egresado del Boston College tuvo algo así como una epifanía. Independientemente de que la llegada de Dan Quinn lo benefició (por fin se deshicieron del gran perdedor Mike Smith) y que empezó a entenderse con su coordinador ofensivo, el citado Kyle Shanahan, además de toda la artillería que le otorgó su organización y de la que dispone en la actualidad, “Matty Ice” dio uno de los brincos más espectaculares que me ha tocado presenciar en la historia de la NFL. No son sólo sus espectaculares números, mismos que en realidad sirven de muy poco si en los “play-offs” no logras avanzar al juego grande. Sino el liderazgo, precisión y determinación que está imprimiendo en esta franquicia, lo cual, si logra consolidar en el Super Bowl, de seguro le permitirá ingresar a ese cuarto exclusivo para gente con apellidos como Brady, Manning o Rodgers.

Como lo habíamos comentado anteriormente, este año, las defensivas serán factor como siempre, pero, a diferencia del año pasado, en esta ocasión, el mariscal de campo, ya sea Ryan o Brady, será quien determine y trascienda en el resultado final del Super Bowl. El primero tiene una oportunidad única en su carrera para lograr dejar un legado, sin duda es su última oportunidad y no puede dejar pasarla. Respecto al segundo, platicaremos en nuestro próximo espacio.

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