Noviembre 5, 2024
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Ante la adversidad

IMPULSO/
José Antonio Lozano

El pasado siete de septiembre, un sismo de 8.2 grados sorprendió a los estados de Chiapas y Oaxaca, probablemente el más intenso de la historia reciente de nuestro país. En algunas de las zonas más pobres de esos estados, la tragedia fue enorme. En la Ciudad de México se activaron las alertas sísmicas, prácticamente no hubo daños.
Doce días después, el 19 de septiembre, otro sismo de 7.1 grados causó un colapso de enormes dimensiones: en la Ciudad de México hubo 10 mil inmuebles dañados, 40 de los cuales se derrumbaron durante el sismo y 400 deberán ser demolidos. Igualmente, los estados de México, Morelos y Puebla sufrieron graves daños. La cifra de muertos contabilizada al momento es de más de 300.
Vivimos un momento difícil, el mes que corre ha sido uno de los más intensos que podamos recordar en los últimos años.
El clima de adversidad hizo reaccionar de forma admirable a todos los actores que componen el país, sacó lo mejor de gran cantidad de personas. Escenas que conmovieron al mundo entero mostrando la grandeza de México, la fuerza interior de México. Se trató de un gran contraste comparado con los últimos años en que ha reinado un clima de inconformidad y abulia generalizada.
Ante ello, es un buen momento para reflexionar, para redescubrirnos, para hacer un parón en el camino, valorar lo que somos, lo que hemos logrado y sacar ánimo para construir un futuro magnánimo. Para perdonarnos y entender que es mucho más lo bueno que tenemos que los temas negativos recurrentes, cansinos, de corrupción e inseguridad. Algunas reflexiones de mayor fondo están en el redescubrimiento del hombre que está detrás de todo ello, darse la oportunidad de realizar un “viaje al centro del hombre”, en palabras de Carlos Llano. El hombre que es capaz de cometer los peores crímenes, pero también de realizar las más grandes hazañas.
El hombre que se desenvuelve en una contradicción: nace para ser pleno, feliz y aspira a ello de todos los modos conscientes e inconscientes, pero que al mismo tiempo está condenado a vivir momentos de dolor. Todos pasamos por momentos de dolor, por adversidades de distinto grado a lo largo de nuestra vida. La adversidad y el sufrimiento que conlleva es inevitable.
Sin embargo, nuestra cultura se instaló desde hace años en la idea de evitar el sufrimiento a toda costa, de no enfrentarlo y con ello de no superarlo. Cuando se evita el sufrimiento por todos los medios posibles la personalidad se achica, la vida deja de ser apasionante, se vuelve abúlica. En cambio, cuando se enfrenta el sufrimiento, la voluntad se crece frente a los obstáculos, adquiere una profunda grandeza y orgullo y hace que la vida adquiera sentido.

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