- “El periodismo, la mentira y las redes sociales”.
IMPULSO/ Opinión
En estos tiempos de agresiones, de toda índole, a los periodistas y sus medios, que se convierten en atentados a las libertades de prensa y expresión y, por tanto, contra la sociedad misma, es de analizar para meditar el artículo de Elaine Tavares, que publica América Latina en Movimiento, donde colaboramos, y que se titula “El periodismo, la mentira y las redes sociales”.
El mundo de las redes sociales, nos dice, imprimió un concepto que ha sido bastante utilizado, principalmente por los académicos, pero que también encuentra espacio entre los desubicados que gustan parecer inteligentes. Es el tal del concepto de la post-verdad. En realidad, un engaño, tanto como lo que parece significar.
La post-verdad sería el uso de informaciones, en más de una vez falsas, que buscan tocar a la persona en lo emocional o en sus creencias personales. Es decir, a partir de la recolección de los datos sobre los más de dos mil millones de personas en el mundo que usan las redes sociales, como por ejemplo el Facebook, es posible saber lo que la persona piensa, lo que le gusta, lo que odia, sus miedos y, desde ahí, enviar informaciones que sean adecuadas a sus sentimientos y sensaciones.
Estos datos son mercancías a la venta y ya existen empresas especializadas en usarlas para los más variados fines. La distribución es hecha por los ‘bots’ sociales, los softwares automatizados (robots), que, haciéndose pasar por personas reales, difunden de manera viral los mensajes especialmente hechos para el cliente.
Es decir, para usar las palabras correctas, eso significa manipulación, engaño, mentira. Y ha sido así que políticos y empresas buscan consolidarse en el corazón y en la mente de las personas. Es la manera moderna de diseminar lo falso, el fraude.
Esto siempre fue hecho, ya sea de boca a boca, o por medio del periódico, la radio, la televisión. La diferencia en la época actual es la magnitud de la tramoya. La cosa puede alcanzar millones de personas en pocas horas, y considerando que el sistema ha sido organizado a partir de grupos cerrados basados en la confianza, una mentira esparcida por esos robots acaba asumiendo contornos de verdad en segundos.
Muchos son los casos de acusaciones falsas de crímenes como pedofilia, secuestro, etc… llevar al linchamiento de personas, al asesinato, al odio insano. Esto también siempre existió, pero ahora es la velocidad del proceso lo que asusta. Además, el uso de programas que reproducen la voz de la persona y hasta la imagen son cada vez más comunes. La cara de una persona puede ser plantada en un cuerpo que está violando a alguien, por ejemplo.
Todo es posible. Y una calumnia tiene el poder de alcanzar a la persona en cuestión de segundos. De la misma forma esa tajada de mentiras es igualmente capaz de elegir o derribar políticos. Todo depende del poder de fuego de quien puede pagar el software (el trabajo de los robots). En el capitalismo, sabemos, las elecciones se definen por monto de dinero que el candidato tiene para hacer la campaña y no por las propuestas que presenta. (CONTINUARÁ).