IMPULSO/ Agencia SUN
México
Si el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, de verdad quiere demostrar que aquí manda él, que así, sin consulta de por medio, de plano, de un plumazo desaparezca la Conagua.
Si ya dijo que desaparecerá el Estado Mayor Presidencial, si ya prometió que desaparecerá del mapa el avión presidencial y la residencia oficial de Los Pinos, de una vez, y por su propia tranquilidad debería de desaparecer la Comisión Nacional del Agua.
Y si en realidad el presidente Enrique Peña Nieto quiere que exista una transición ejemplar debiera recomendarle a su sucesor que le aplique la K invertida a la Conagua y la desaparezca para evitar que sufra el nuevo mandatario lo que sufrió el priista con esa dependencia.
Primero, Peña Nieto pagó caro el haber entregado las riendas de la Comisión a su amigo David Korenfeld. Recordará usted el penoso caso del hombre que llevó al extremo el concepto de las vacaciones fifí con cargo al erario. En la primavera de 2015 Korenfeld ordenó que el helicóptero oficial de la Conagua aterrizara en su casa en Bosque Real, en el municipio mexiquense de Huixquilucan, para trasladarse en compañía de su familia al aeropuerto y de ahí viajar en avión privado a Colorado, donde pasó unos días esquiando en la nieve.
Pese a que hubo una defensa del gobierno, la permanencia de Korenfeld se volvió insostenible y semanas después “renunció” al cargo. Después de su salida se reveló que según las bitácoras oficiales utilizaba el helicóptero como su Uber para ir y venir de su casa, cuestión que sin duda es culpa del gobierno federal, no de don David, para qué instalaron las oficinas de la Conagua en el sur de la Ciudad de México lejos de Bosque Real.
Pero aunque el funcionario bien merecía una segunda oportunidad, los medios de comunicación y las redes con su intolerancia, obligaron al gobierno federal a deshacerse de esa joya de funcionario.
Pero si Korenfeld le falló al presidente con el tema de la austeridad, el actual director de Conagua Roberto Ramírez de la Parra, el sucesor de don David, falló en algo imperdonable para su trabajo: la plomería.
Ramírez, que de no haber sido el responsable de que la Ciudad de México viviera el corte de agua más largo de su historia, habría terminado su gestión este mes sin que la mayoría de los mexicanos supiera quién es y qué hacía. Sin embargo, el presidente Peña Nieto no se salvó de una pifia de salida y, otra vez la maldita mala suerte, fue responsabilidad de la Conagua.
Desde luego que la Conagua no considera que haya existido alguna pifia y con términos hidráulicos e ingenieriles ha tratado de convencernos de que debemos estar agradecidos de la obra que llevaron a cabo. Pero, si usted es lector de este espacio de análisis serio, sabrá que una de nuestras misiones es tratar de convencerlo de que las cosas no son siempre son como las pintan, así que analicemos pues el caso desde una perspectiva quizá menos elevada, pero que podría ayudar a demostrar que es necesaria la desaparición de la Conagua.
Haga de cuenta que usted tiene un problema con el flujo de agua en su casa y que contrata los servicios de la Plomería Ramírez –el apellido es escogido al azar desde luego- y el maestro Ramírez le hace un presupuesto y le dice que tendrá que cambiar unos tubos, unos coples, unos niples, unas llaves de paso, pero sobre todo una K invertida.
El maestro Ramírez le pide 500 pesos para comprar las piezas y le advierte que la que le va a salir cara es la famosa K invertida. Además, le advierte que tome sus precauciones pues le va a cortar el agua por unos días, pero que cuando se la vuelva a poner nunca más tendrá una falla, y que si en un muy remoto caso llegará a fallar algo la próxima vez que tenga que hacer una reparación ya no tendrá que cortarle el agua para arreglar el desperfecto gracias a que le instaló esa K invertida.
Al final, como buen plomero, Ramírez termina la obra tarde, y cuando usted ya está listo para recibir en su casa una caudal de agua más grande que el Río Cutzamala resulta que falló la K invertida. El plomero Ramírez le dice que no se preocupe, que esa pieza sí fue costosa, pero que en realidad no era tan necesaria, que de cualquier manera usted va a tener agua.
Ramírez recoge su herramienta, se va y le deja en su casa la K invertida. ¿Usted no se quejaría? ¿No pediría a las autoridades competentes que cerraran la plomería y le quitaran todas sus credenciales al maistro Ramírez? ¿No pensaría que el plomero lo timó?
Pues por pura coincidencia el director de la Conagua se apellida Ramírez, pero a diferencia del plomero que es maistro, él es maestro en negocios por la Universidad de Phoenix, y por pura coincidencia también, al director Ramírez le falló su proveedor y le dieron una K invertida que no sirvió. La diferencia, aunque menor pero importante, es que este proyecto costó 500 millones de pesos. Y como no hay director de la Conagua sin suerte, a fin de este mes él dejará el cargo y un errorcito de 500 millones, sin que nadie le pueda reclamar, ni en la Profeco.
En resumen, si la Conagua no pudo regarla más este sexenio es porque se le acabó el agua. Así que si esta es una Cuarta Transformación seria, en diciembre debe desaparecer la Conagua, ¡por el amor de Dios!
Por favor Presidente electo, si usted ya ordenó la desaparición de los inspectores de Hacienda y hasta del actual órgano de inteligencia (el Cisen), ahórrese un problema y ahórrenos a los ciudadanos unos cientos de millones y ordene la extinción inmediata de la Conagua. ¡Faltaba más!