IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad de México
Alondra de la Parra envió un mensaje de paz para México con música. En estas épocas navideñas, la directora de orquesta pidió dedicar un momento al país que tanto lo necesita, así como estar con los amigos y la familia.
“Hay que pensar en lo maravilloso que tiene y merece el país, todo el talento, el carisma, la simpatía y la alegría que nos caracteriza; lo unidas que son nuestras familias porque eso no pasa en todos los países. Enviemos este mensaje de paz desde el corazón”, expresó al ofrecer un concierto navideño junto a la Orquesta y el Coro Internacional de las Artes.
El escenario del Teatro Ángela Peralta fue testigo del momento que cientos disfrutaron, no importó si eran grandes o chicos. Casi a las 20:30 horas, el repertorio dio inicio con “Jauchzet Frohlocket” del Oratorio de Navidad de Johann Sebastian Bach.
En el marco del denominado “Golden Symphony: Una Navidad Dorada”, organizada por la marca de chocolates Ferrero Rocher, la mexicana mostró su orgullo de regresar una vez más a su tierra para celebrar las fiestas y, de paso, reflexionar sobre lo que queremos para el siguiente año.
Con música internacional de la celebración incluyó obra del alemán que vivió gran parte de su vida en Inglaterra George Friedrich Händel con “For unto us a child is born” y “Hallelujah”; también clásicos de El Cascanueces, de Chaikovsky, como “Danza de los mirlitones”, “Danza del hada de azúcar” y “Valz de las flores”.
Remembrando los años ochenta recordó el soundtrack de la película “Mi Pobre Angelito” en “Somewhere in my memory”, de John Williams.
“¿Quién tiene miedo de que alguna vez llegue Navidad y toda la familia se suba a un avión y los dejen solos? Esta película marcó a esta generación y para mí tiene un significado especial porque paso mucho tiempo en aeropuertos y siempre tengo ganas de llegar a casa y siento que no puedo”, confesó.
En algunas interacciones con el público les pidió cantar temas como “We wish you a Merry Christmas”, “Adeste fideles” y “Noche de paz”; de repente, volteaba y los incitaba como si los estuviera dirigiendo a ellos mismos y no a las decenas de músicos presentes. Así, tomó un gorro de Navidad y se lo puso para dar ritmo, entre los aplausos y la emoción, a “Sleigh ride” jugando con los asistentes al darles instrucciones para que se levantaran y sentaran.
El final llegaría con “Hark! The Herald angels sing” y las típicas canciones que se escuchan en una posada mexicana, ya sea para los peregrinos o para pegarle a la piñata.