Diciembre 25, 2024
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Agroquímicos cobran vidas en los campos florícolas

IMPULSO/Redacción
Toluca
: La autoridad sanitaria oculta información sobre casos de malformaciones genéticas producidos por fungicidas y de intoxicaciones que causaron muertes.
En México, se utilizan anualmente más de 53 millones de kilogramos de agroquímicos, la mayoría en las zonas de producción de flores, el 90 por ciento de éstos van a dar a los mantos freáticos, contaminando el agua y el aire, lo que origina un foco permanente de daño a la salud, el cual incluso ha provocado malformaciones en niños nacidos en esas áreas, aunque la autoridad sanitaria insiste en negar este fenómeno.

El Estado de México produce actualmente el 90 por ciento de la flor de corte que se distribuye y vende en el país, incluso desde la entidad mexiquense se exporta este tipo de productos a mercados internacionales de Estados Unidos, Europa y Asia.

En la zona centro-sur del Estado de México, hay poco más de dos mil 500 hectáreas de terrenos que se dedican de forma íntegra a la producción de flor en un polígono integrado por los municipios de Tenancingo, Villa Guerrero, Tonatico, Ixtapan de la Sal, Coatepec Harinas, Tenango del Valle, Malinalco y Zumpahuacán.

En esa región, más de cinco mil floricultores hacen desde hace décadas un esfuerzo singular para conservar la producción de flores como su principal fuente de vida, para lo cual invierten en promedio 400 mil pesos por hectárea para la adquisición de insumos, que van desde semillas, plásticos y membranas para invernaderos, hasta la compra de poderosos agroquímicos que les permiten mantener sus flores libres de decenas de plagas a las que son altamente sensibles.

Sin embargo, muchos de esos agroquímicos están incluso prohibidos a nivel internacional por su contenido de compuestos altamente tóxicos, los cuales ponen riesgo incluso la vida de quienes viven en esa zona.

Hay pruebas
Pruebas internacionales han demostrado que más de la mitad de los agroquímicos utilizados en la zona florícola del Estado de México causan intoxicación, cáncer, malformaciones, daños al hígado y problemas en la sangre que van desde la pérdida de la capacidad de coagulación hasta leucemia.

Más de 75 mil familias del Estado de México trabajan diariamente en los campos de producción florícola, de éstas, menos del 15 por ciento utilizan equipos de seguridad (trajes, mascarillas, guantes) cuando aplican los químicos a las plantas, por lo que están expuestas permanentemente a los daños que éstos provocan.

Los agroquímicos han sido prohibidos en la mayoría de los países desarrollados que se dedican a la producción de flor, principalmente Holanda por los efectos negativos que esos químicos tienen sobre la salud de los seres humanos; sin embargo, las compañías que los producen los exportan a México, donde se venden a bajo precio y eso es precisamente lo que provoca que los floricultores mexiquenses los sigan empleando: el bajo costo y su alta eficiencia en la lucha contra las plagas.

Aunque la información oficial sobre este tema se guarda con gran hermetismo, sobre todo en el sector salud federal y estatal, se tienen documentados más de cuatro mil casos de intoxicaciones por agroquímicos entre 1999 y 2010, además de un promedio de 15 muertes anuales atribuibles a esta fuente de contaminación; no obstante, todas las fuentes consultadas en el Estado de México se negaron a proporcionar datos actualizados.

Anemia aplástica
Una de las enfermedades más frecuentes entre los hijos de los floricultores es la anemia aplástica, enfermedad de la sangre producida por los plaguicidas, anualmente, se tiene referencia de unos quince casos en promedio, también se sabe de casos de leucemia y defectos físicos en recién nacidos, aunque, como estos dos últimos padecimientos se consideran “multifactoriales”, en la mayoría de las zonas florícolas del país, se los atribuye a otras causas para evitar que se vinculen al uso de agroquímicos prohibidos.

La mayoría de los intoxicados con plaguicidas en el país, particularmente en el Estado de México, son niños y jóvenes de entre siete y 16 años, quienes trabajan en los campos, en contacto directo con los plaguicidas y casi sin ningún tipo de protección.

Existe un reporte oficial de la Secretaría de Salud del Gobierno Federal correspondiente al año 2010, en el que se señala que en el municipio de Villa Guerrero, Estado de México, “el 80 por ciento de los expuestos de manera directa al uso de agroquímicos, presentó residuos de esos materiales en la orina”.

La misma fuente señaló que “existen casos de malformaciones, cáncer y daño hepático que, a pesar de ser relacionados con el uso de los agroquímicos, no han sido comprobados científicamente, pues las autoridades estatales y federales tiene en el olvido a esa zona y no existen programas especiales para conocer que priva en esa región”.

Investigaciones realizadas por un equipo interdisciplinario de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizadas en el año 2015 señalan que la zona de Villa Guerrero, Tenango, Tenancingo y Coatepec Harinas “registra la mayor tasa de mutación y un ciclo celular retardado, entre quienes están expuestos al uso de agroquímicos”.

Empero, estos estudios están a punto de llegar a conclusiones y de recomendar alternativas viables para evitar daños al ecosistema y a los habitantes, pero se encuentran en el olvido y sin ningún apoyo por parte de las autoridades del sector agrícola del país, sin ninguna intención de hacer caso sobre el tema y aplicarlos en beneficio de los floricultores mexiquenses.

En México, la producción e importación de los agroquímicos que están prohibidos en otras naciones se ha convertido en un negocio millonario, ya que estos productos abarrotan hoy las tiendas dedicadas a la venta de insumos para la floricultura aprovechando sus ventajas en precio, la ignorancia de la mayoría de los productores de flores y el permanente deseo de los floricultores de no perder las altas inversiones que realizan en cada ciclo productivo.

Tenango del Valle, Mex.- Roberto Romero Avila, floricultor y campesino de la comunidad de San Francisco Putla, fumiga las flores de Alhelí que cultiva y que venderá en la víspera de las festividades por el día de muertos. Tradicionalmente son usadas en estas fechas para el adorno de panteones y sepulturas. Agencia MVT / Mario Vazquez de la Torre. (DIGITAL) NO ARCHIVAR - NO ARCHIVE

Fotografía:  Tenango del Valle, Mex.- Roberto Romero Avila, floricultor y campesino de la comunidad de San Francisco Putla, fumiga las flores de Alhelí que cultiva y que venderá en la víspera de las festividades por el día de muertos. Tradicionalmente son usadas en estas fechas para el adorno de panteones y sepulturas.  Mario Vazquez de la Torre.

Incluso la movilización de este tipo de productos se realiza al margen de la ley, pues se mueven en camiones y camionetas rotuladas como distribuidoras de productos del campo, cuando en realidad se trata de químicos altamente tóxicos que deberían ser transportados a bordo de contenedores especiales, en horarios específicos de baja circulación de población, y con vigilancia en las rutas por parte de equipos especializados de Protección Civil, capaces de actuar con eficiencia en casos de accidentes o derrames, nada de eso se hace hasta el momento, menos en el Estado de México.

También el manejo de esos productos se realiza con baja o nula capacitación a los floricultores, por ejemplo, con el producto denominado Metomilo, empleado en flores delicadas como rosa, clavel y tulipán, aunque también se usa en la producción de fresa, tomate y jitomate. Ese agroquímico debe ser empleado por lo menos 25 días antes de que el producto entre en contacto con el ser humano, dado que, de no hacerse así, puede envenenar a quien toca o consume la planta o legumbre. En el caso del Estado de México, hay sitios donde lo aplican una semana antes del corte.

Julieta Castillo Cadena, investigadora de la Faculta de Química de la Universidad Autónoma del Estado de México, encabeza un equipo de investigación que desde el año 2001 inició un trabajo en la zona florícola del Estado de México con el objetivo de determinar con certeza científica si los casos de malformaciones humanas están directamente relacionadas con el uso de agroquímicos. Ella confirmó que se observó en la zona florícola que la mayoría de la población presenta mayor tasa de mutación, ciclo celular retardado y capacidad disminuida de persuasión de las células.

Por ello, comenzaron un seguimiento de los casos de alteraciones genéticas reportados en la zona para estudiar las posibles causas y lograr determinar si los agroquímicos son los causantes de estos problemas.

Se realiza un análisis comparativo de esa zona con una región urbana alejada, en este caso, la ciudad de Toluca, donde existen otras fuentes de contaminación, pero no plaguicidas. El estudio se hizo durante tres años continuos, ya que se busca evidenciar que las malformaciones sí son producto del uso de agroquímicos y que no se trata de una “coincidencia” genética de una región específica.

La especialista universitaria precisó que solamente el 10 por ciento del producto que se aplica se queda en la flor, el 90 por ciento restante se va al aire, a los mantos freáticos y al agua que se consume en la región, lo que constituye un alto riesgo para la salud de quienes allí viven.

Abundó en que el 90 por ciento de los agroquímicos se diluyen en el ambiente, pero existen otros como los organoclorados DDT que pueden mantenerse en el ambiente hasta por 20 años, son los de este tipo de los que más se emplean en los campos florícolas del Estado de México.

Los residuos de plaguicidas contaminan suelos, alimentos y el aire, aun en pequeñas concentraciones, por lo que son arrastrados cuando hay vientos fuertes y temperaturas altas, condiciones ambientales que caracterizan precisamente a los municipios florícolas de esta entidad como Villa Guerrero, Tenango del Valle, Tenancingo y Coatepec Harinas.

Quienes viven en las zonas florícolas del Estado de México tienen diversas formas de ingresar estos químicos al organismo por la vía oral, la piel o mediante el proceso de respiración; no obstante, la especialista aclaró que el cuerpo requiere de altas concentraciones de esos materiales para que el producto surta efectos negativos en el organismo.

“El problema de estas comunidades es que utilizan compuestos extremadamente tóxicos, algunos de ellos están prohibidos en distintos países del mundo y en México […].

No hay ninguna normatividad que le diga a quien vende que esto no se comercialice, como ocurre con los productos médicos para los cuales se requiere una receta expedida por un profesional, no hay nada que controle el tipo de plaguicidas y mucho menos la cantidad que se vende o la que se aplica en la producción de flores”, concluyó la especialista.

Uso de agroquímicos 11

Fotografías:  Mario Vazquez de la Torre

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